Uno de los principios fundamentales que rigen las relaciones humanas es el disenso. Desconozco por qué es así pero, basta que haya dos personas en una sala para que, tarde o temprano, empiecen a discutir por uno u otro motivo. Una discusión no siempre ha de ser algo negativo ya que, bien articulada, puede ayudar a eliminar las tensiones y malentendidos inherentes a cualquier relación. Ahora bien, si existe una cuestión en la que probablemente haya un acuerdo universal y sin fisuras, es que tras la llegada del euro el poder adquisitivo ha menguado exponencialmente.
Probablemente el hombre sea ambicioso y egoísta por naturaleza, pero paliar estos defectos resulta casi imposible cuando todo en nuestra galaxia gira en torno a la órbita del dinero. Y claro, como no podía ser menos, estos barros monetaristas han traído lodos de precariedad social para todos los gustos. Al más puro estilo capitalista vivimos atrapados por el plastic-money, un mundo basado en la compra a crédito, en el que, por ejemplo, cada vez son más los que pagan la hipoteca con la tarjeta de crédito.
Y no contentos con mileurizarnos, ahora toca uneurizarnos para movilizarnos. Llega un nuevo plan para permitir que los jóvenes se puedan pagar el carné de conducir por sólo un euro al día, gracias a un préstamo blando que hará las delicias de aquellos jóvenes incapaces de llegar a las cifras astronómicas que cuesta sacarse el carné. No tengo nada en contra de que se ayude a los jóvenes a engrosar las filas de pilotos –aunque a juzgar por los altos porcentajes de accidentes en los que están involucrados conductores noveles, quizá no estaría de más revisar las actuales pruebas para obtener la licencia de conducir. Pero lo que no tengo tan claro es si no estará una vez más papá-Estado haciendo un flaco favor a sus hijos, al fomentar los sistemas de crédito con golosas campañas uneuristas.
La medida resulta sugerente y seguro que ha sido muy bien aceptada por muchos jóvenes a los que las cuentas no les cuadran. Pero sinceramente, me parece el chocolate del loro. Si un joven va a tener la responsabilidad de un volante entre sus manos, debería igualmente tener la capacidad de buscar un trabajo que le permitiera sacarse el carné. Si no lo consigue probablemente sea bien porque los trabajos son precarios, luego habría que pensar en medidas para erradicar el trabajo-basura; o bien porque sacarse el carné es excesivamente caro, luego habría que pensar en algún modo de abaratar los astronómicos precios de las autoescuelas. Pero en vez de disminuir el coste o incrementar la capacidad adquisitiva del examinando, se ataja el problema buscando financiación al pago. Aunque la medida sea popular, me parece que hace flaco favor a la autonomía de la persona, aunque probablemente eso no le importe a nadie hoy día.
En la misma línea, llegan los famosos cheques-bebé, una nueva subvención por tener hijos para intentar paliar el déficit de natalidad. Me entristece pensar que en lo primero que tienen que pensar las parejas antes de tener un hijo sea en la calculadora. Desgraciadamente, ni las más avanzadas contienen un programa que permita hacer los cálculos de afectividad, equilibrio emocional o estabilidad de hogar que necesitará el nasciturus, más allá de los bienes materiales. Por supuesto es mejor hacer las cuentas antes de tener un bebé antes que tenerlo y que luego no pueda estar bien atendido. Pero no creo que se resuelva mucho con una cantidad que da para poco más que para un "pack de bienvenida", pero que, sin embargo, vuelve a fomentar una actitud paternalista –nunca mejor dicho- del Estado.
Mientras tanto, la vida a crédito saca humo y se consolida como un prolijo negocio. Según una reciente noticia las más de 40 millones de tarjetas de crédito que hay en circulación en España moverán este verano más de 45.000 millones de euros, de los que 20.000 millones serán sólo en compras. Inmersos en un sistema artificialmente engordado con clembuterol y articulado por el consumo, un desierto económico donde la cultura del crédito sólo crea un espejismo: un breve sueño que tarda poco en difuminarse. Tan sólo los días que restan del mes hasta que llega el extracto bancario con los cargos del mes anterior. Pero sólo es eso, un difuminado paisaje. Los que realmente saben vivir, convienen en que "la felicidad es un tesoro escondido en el interior de cada persona". Aunque, paradójicamente, no entiende de préstamos.
jueves, julio 12, 2007
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