El nacionalismo, los océanos, la globalización, la maternidad. Conceptos que mezcla la islandesa en 'Volta', su último disco, "una versión sónica del posglobalismo". Se escuchará a partir de mañana en sus tres conciertos en España
Björk se ha echado al agua. Literalmente. A los mares y a los océanos. En cuanto el calendario se lo permite, vive y trabaja en un barco que compró hace unos años. Es el hogar y medio de transporte preferido de la singular artista islandesa, madre de un joven adolescente y de una niña nacida en 2002. "Viajar en barco es complicado porque no avanzan muy rápido. Ahora mismo está anclado en aguas de Nueva York y, cuando paso temporadas en la ciudad, ahí está mi casa", explica en tierra firme, en un hotel de Londres. "El año pasado", añade, "estaba en Malta y cruzamos el norte de África y el Atlántico. Fue una gran experiencia".
"Para mí, la solución al nacionalismo está en el océano. Todos los países son iguales desde el punto de vista del océano"
"Quiero creer que la forma de actuar de Bush y sus amigos es el último aullido de los dinosaurios antes de colapsar"
Barco, residencia, estudio. Björk compuso a bordo segmentos de su nuevo disco, Volta, que se públicó en España en mayo, y que presentará en su minigira española que arranca mañana en la explanada del Guggenheim, en Bilbao.
Se trata de un trabajo que ciertamente tiene sabor a viaje oceánico e intercontinental. "En un principio, y medio en broma, lo titulé Ship up [algo así como a bordo]", comenta entre risas y sorbos de café. "Quería darle un sentimiento de travesía marítima y rememoré sinfonías épicas a bordo de navíos. Introduje sonidos característicos de los barcos, el mundo sónico de las sirenas, un sonido pesado y bastante industrial".
La referencia marítima va más allá del oleaje, las sirenas, las gaviotas y los motores que se escuchan en Volta. "Es un disco que va de antinacionalismo. Y, para mí, la solución al nacionalismo está en el océano. Todos los países son iguales desde el punto de vista del océano. Teniendo un barco propio, me pareció oportuno hacer un disco desde esta perspectiva", explica.
La política no es precisamente un área dominante en la discografía de Bjork. Pero, después de pasar cuatro años aislada del exterior, componiendo en casa mientras se centraba en criar a su hija pequeña, la cantante y compositora despertó a un mundo regido por unas coordenadas distintas a las que conocía. Volta está poblado de historias con peso y poso de coyuntura política internacional. El tema Hope hace referencia a una musulmana embarazada que activó su bomba en un hospital; en la canción Declare independence llama a la gente a la rebelión, a tomar las armas y a luchar contra el enemigo. Al enemigo ya lo había identificado, a su manera, en la pieza de apertura del disco, titulada Earth intruders (algo así como intrusos de la Tierra).
"Todavía no me considero política en el sentido amplio de la palabra. Si estoy entrando en política, se trata de una política personal. Se trata de descubrir cómo debería actuar un individuo en el mundo que nos rodea. Hacia qué música debería avanzar y que tipo de palabras tranquilizadoras pueden ayudarme a vivir hoy día. Yo no pretendo conocerlo todo, pero sí debo dar con las palabras y los ritmos que me ayudan a superar cada jornada y que necesito en este mundo en el que están sucediendo cosas tan horribles. Mi música realmente no ha cambiado, pero el mundo sí".
En Volta, dice Björk, ha ido recogiendo "indicadores" o "señales" de la problemática actual. "Cuestiones de religión, guerra, Bush... y el lado negativo de la globalización. La globalización no es necesariamente una cosa mala. Hagamos lo que hagamos, la globalización es un hecho obvio y evidente. Va a suceder, lo queramos o no. La cuestión está en cómo reaccionamos, de una forma negativa o positiva. No podemos hacerlo, como muchos políticos, empobreciendo a los países del Tercer Mundo y sin saber cómo responder ante desastres naturales, ante la ira del terrorismo. Me gustaría creer que Bush y sus amigos, su forma de actuar, representan el último aullido de los dinosaurios antes de colapsar definitivamente", aventura. "Dentro de 50 años estaremos más unidos, con menos fronteras, dada la expansión de Internet y la facilidad del transporte aéreo. Yo soy islandesa y sé que hay cuestiones obvias relacionadas con el nacionalismo, pero aferrarse al nacionalismo puede ser negativo", advierte.
Björk prefiere aferrarse a los aspectos positivos de la globalización. "¿Qué es lo que nos une a todos?", pregunta, para responder inmediatamente: "La naturaleza". "Todos formamos parte del mundo natural y deberíamos estar orgullosos de ello. Somos una gran especie animal y deberíamos estar agradecidos, admitir nuestros errores y avanzar sobre lo que nos une, no lo que nos separa. El papel de un artista consiste quizá en señalar los aspectos positivos de las cosas. Y, en lo que mí respecta, en Volta simplemente intento construir el aspecto sónico de este nuevo mundo. Musicalmente, estaba interesada en hacer la versión sónica del posglobalismo".
Para ello ha recabado colaboraciones de distintas culturas. Músicos asentados en Estados Unidos, como el productor de hip hop Timbaland, el cantante Anthony Hegarty, de Anthony and the Johnsons, los percusionistas Chris Corsano y Brian Chippendale, de Lightning Bolt, y su habitual colaborador Mark Bell. También los africanos Tounami Diabaté, virtuoso de la kora, y el colectivo Konono No. 1. De su país natal, Björk recupera los metales de una orquesta de mujeres.
Ming Xia-fen deja su influencia oriental en I see who you are, una emotiva balada sobre mortalidad inspirada en la inevitabilidad del paso del tiempo. "Es una canción de cuna para mi hija. Es muy dulce y cuca, pero tiene un elemento oscuro en las palabras que es muy propio de los niños. Cuando tienes hijos es inevitable pensar en la mortalidad. Crecen tan rápido que eres muy consciente de que la infancia pronto pasará, de que corres en contra del tiempo", cuenta.
La islandesa asegura ser "muy impulsiva a la hora de escoger colaboradores". "Me gusta el sonido superactual y a su vez tribal que crea Timbaland", dice. "Tounami es un músico increíble y su instrumento de cuerda complementa el clavicordio, un antepasado del hapsicordia, que yo toco en el disco. Konono representan una revolución para los que nos interesa el sonido electrónico. Ming Xia-feng es precisa, suave y frágil pero tiene un poder alucinante con su instrumento".
"En las colaboraciones debe haber justicia creativa", añade, para explicar un par de instancias en las que desechó incluir en su disco temas compuestos con los músicos africanos porque "no se ajustaban a mi justicia moral". "Sentí que estaba recibiendo más de los que yo aportaba", recuerda de su trabajo con Tounami en Malí, que condujo finalmente a la grabación del tema Hope incluido en su disco Volta.
A Björk le encanta recordar anécdotas. Rememorar la construcción de los múltiples segmentos musicales de un tema, la conexión individual que iba creándose con cada uno de los partícipes en su última entrega y sexto disco en solitario, después de abandonar los Sugarcubes. "En todos mis discos no hay una sola canción compuesta siguiendo el mismo método. Cambia mi manera de trabajar con cada tema y también con cada persona que trabajo", dice, y apura otra taza de café.
Tres citas en España
"Soy una idealista. Siempre lo he sido. También muy anti-establishment", puntualiza Björk, la más innovadora, sorprendente e independiente artista contemporánea que este verano dará tres conciertos en España. Su primera cita será mañana en la explanada del Museo Guggenheim de Bilbao, el día 15 en el palacio Real de la Granja de San Ildefonso (Segovia) y el día 18 en la plaza de toros de las Ventas de Madrid.
Nacida en Reikiavik en 1965, cantante desde los 11 años, estrella de la movida punk con su grupo Sugarcubes y genio de la electrónica en su carrera en solitario desde el lanzamiento de Debut, en 1993, Björk reniega del dólar: "El dinero nunca ha sido mi prioridad. Nunca he aceptado el patrocinio de una gran compañía, siempre me he negado a ceder mi música para anuncios o productos comerciales. Lo cual es una gran cosa en términos monetarios", apunta en Londres.
En 2000, con la presión y empuje de tres éxitos consecutivos con los discos Debut, Post y Homogenic, Björk a punto estuvo de perder la cabeza. "Tenía a los paparazzi apostados en mi jardín, con sus cámaras apuntando a mi cuarto de baño. Se había destruido el sincero entusiasmo por mi música y el interés de la prensa estaba transformándose en una cuestión de estatus, ego, poderío. Dejó de ser divertido".
Su retiro optó por España, donde vivió seis meses en busca de tranquilidad, y su estrategia funcionó. "Me vi pronto en una situación similar a la actual, en la que acabo de terminar un trabajo y nadie me sigue a ninguna parte. Lo prefiero así", señala. Para su nueva etapa, Björk deja claros sus objetivos: "Me gusta reaccionar con música a lo que suceda en mi interior. Otra gente hace música para las masas. A mí me interesa más experimentar".
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