Le preguntaron en un periódico alemán a José María Aznar, siendo presidente de España va bien , por el milagro económico español. Y él contestó engreído como un pavo real: “El milagro soy yo”. A esta derecha de “charanga y pandereta, de cerrado y sacristía, devota de Frescuelo y de María” -como escribiera don Antonio Machado- le gusta mucho la milagrería y, si no, la superstición que, en el fondo, viene a ser lo mismo. Como el PP no ha sido capaz todavía de superar La Corte de los Milagros, aquel excelente retablo sobre el Madrid de finales del siglo XIX, escrito por don Ramón María del Valle Inclán, a Mariano Rajoy no se le ocurrió otra cosa, hace unos pocos días, que calificar de “milagroso” el hecho de que la policía haya demostrado una gran eficacia deteniendo etarras.
Aquí o hay gato encerrado o sólo un milagro explicaría las últimas acciones policiales respecto a ETA. Eso es lo que vino a decir Rajoy. Y eso es lo que da la exacta medida de su verdadera talla como político, teóricamente destinado a regir en algún momento los destinos de España. Rajoy ya no disimula su estupefacción. Ha transcurrido demasiado tiempo desde la ruptura formal del alto el fuego de ETA y aún no se ha producido ningún atentado terrorista de carácter mortal.
¿Puede alguien que aspira a ser presidente del Gobierno de España poner en duda la labor de los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado en materia tan sensible como la de la lucha contra ETA? En lugar de felicitar a los responsables policiales, Rajoy prefiere emplear la retranca gallega y aludir, si no a las brujas, al menos a los milagros.
Ayer, Rajoy manifestó que -con él en la Moncloa-, España disfrutaría de un “período de sentido común”. ¿Sentido común? No refleja precisamente sentido común no asumir un dato tan evidente como que el terrorismo islamista fue el autor de la masacre del 11-M. Ni es de sentido común negar la tregua de 1998-99. Tampoco lo es no reconocer que el PSOE venció limpiamente al PP el 14-M, como consecuencia de la provocadora gestión hecha por Aznar de los atentados del 11-M y, unos meses antes, de su compromiso bélico difundido desde las Azores.
Y, a mayor escala todavía, carece de sentido común el convertir la política antiterrorista de Zapatero en motivo de constante gresca política hasta llegar a unos niveles de crispación sin apenas precedentes. Rajoy está demostrando que cree más en los milagros que en el Gobierno –hacia el que mantiene siempre la ominosa sombra de la sospecha- y que, por supuesto, ignora escandalosamente lo que representa el sentido común. Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces, Mariano. Ni milagros ni sentido común, a ver si nos vamos enterando.
domingo, julio 15, 2007
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