Ya que esta decisión de los terroristas les va a ustedes tan bien (vislumbran en el horizonte el regreso a la eterna Iberia que les es tan cómoda, la del enfrentamiento entre machos cabríos), al menos deberían mostrar, no sé, cierto gracejo. Vayan por ahí saludando como si acabaran de cortar las dos orejas y el rabo. Sí, ustedes, que han hecho lo imposible para entorpecer la razonable actitud del Gobierno -intentar acabar con la violencia por el diálogo: pero qué van a entender de dialogar-, ustedes tienen motivos sobrados para dar la vuelta al ruedo en los restaurantes del barrio de Salamanca, y en donde sea que se dedican a verter su bilis. Vamos a volver, vamos a volver. Ésa y no otra es su causa. No el fin del terrorismo, sino el fin del socialismo.
Es duro tener que admitirlo. Hay gente a la que esta ruptura alegra. Hay gente dispuesta a sacar ventaja. Es amargo tener que aceptar que esa gente, a la que tantos votan en muchas respetables zonas de nuestra geografía, va a seguir usando la sangre de las futuras víctimas en su carrera ciega hacia la recuperación del poder. Que el dios de los ateos nos asista como lo consigan, porque vienen con unas ganas que dan pánico.
Escribo en miércoles, no sé qué novedades habrán salido de las bocazas opositoras cuando ustedes lean esto. Pero me asustan tanto como las de la banda. Porque sus palabras también son muy malvadas.
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