La eclosión de este nuevo fenómeno de la Red social se debe, en buena parte, a la extensión de la banda ancha, que ha permitido disfrutar de pesada información multimedia en cuestión de segundos. También se han creado decenas de herramientas de software que han facilitado la tarea de crear y compartir contenidos como fotos, vídeos o enlaces favoritos. Y los creadores de esos servicios (como Youtube, Flickr, Del.icio.us, Blogger o MySpace) han conseguido, a su vez, convertirse en personajes públicos, y en millonarios.
¿Qué tienen en común los nuevos reyes de la web 2.0? Sus ideas no nacen de la ambición o de un claro modelo de negocio, nacen de la frustración. Los creadores de Youtube, por ejemplo, montaron su página web tras intentar infructuosamente enviar el vídeo de una fiesta a unos amigos. Los de Flickr, mientras, trabajaban en un videojuego online cuando crearon su sitio de intercambio de fotos, descubriendo, poco después, que la aplicación realmente interesante era ésa (y abandonando para siempre el juego). Y, además, son emprendedores que cuentan con esa actitud que Larry Page, cofundador de Google, ha descrito varias veces como de "sana indiferencia ante lo imposible". Intentan cosas, en fin, que el resto de la gente no intenta.
Son servicios que no han invertido ni un dólar en publicidad, sino que se han convertido en populares gracias al boca a boca o, mejor, el blog a blog. "Conseguimos que hablaran de nosotros bloggers muy influyentes", reconoce Butterfield.
En todo caso, el auténtico triunfo de estos servicios es que han conseguido que sus usuarios se sientan vinculados emocionalmente con ellos. Los internautas son fieles a estas herramientas porque les ayudan a compartir sus experiencias, a mantener y crear nuevas relaciones, o a conseguir reconocimiento de la comunidad y convertirse en una referencia. Se apuntan, ávidos, a probar sus versiones beta (preliminares), convirtiéndose así en "parte del equipo de I+D" de la compañía, explica Cerezo. Y las compañías ya no tienen que preocuparse de crear y gestionar costosos contenidos, ya que los usuarios lo hacen por ellas. Graban vídeos, cuelgan fotos, escriben artículos, responden preguntas. Y terminan convertidos en prescriptores activos y proselitistas de los servicios en los que orgullosamente participan. Los clientes, en fin, son conejillos de indias que prueban el servicio, producen todos sus contenidos y los promocionan entre sus amigos y familiares. El sueño de cualquier empresa.
La web 2.0, como cualquer otro fenómeno novedoso y atractivo, genera admiración y entusiasmo. Ha sido recibida por muchos expertos y analistas como la nueva y definitiva revolución en Internet, la que pone en manos de los usuarios los altavoces que hasta ahora sólo poseían las élites políticas, periodísticas y empresariales. Pero la web 2.0 no se libra de las críticas.
José Manuel Cerezo, después de reconocer que esta nueva red social es "imparable, irremplazable y, en fin, es el futuro", advierte también de la "embriaguez tecnológica" y de la falta de autocrítica que se percibe en este fenómeno. "Hay muchas preguntas sin responder que los prescriptores de la web 2.0 no se hacen", añade. Por ejemplo, ¿qué implicaciones tiene para la intimidad la utilización de la información privada de los usuarios por parte de las empresas? ¿Cómo se usa esa información? ¿Son los usuarios los nuevos dueños de la Red, o son más bien explotados por las empresas que controlan? ¿Quién tiene el poder ahora, en realidad?
Hay quien cree, de hecho, que se está creando una nueva élite digital, formada por unas decenas de miles de personas que manejan con soltura unas herramientas que les permiten ejercer cada vez más poder, mientras el resto de la población ni siquiera conoce que existen. De hecho, en el mundo hay 1.000 millones de internautas y 6.500 millones de habitantes, lo que significa que estos nuevos servicios están lejos de estar en manos de cualquiera. Y tampoco son manejadas por los internautas recién llegados, sino, más bien, por los veteranos.
Enrique Dans cree que en la nueva red social no hay aristocracia, sino meritocracia, es decir, que los bloggers más influyentes o las herramientas más populares lo son sólo por méritos propios, y que el propio mecanismo de la red social garantiza que pueden perder ese favor si, por ejemplo, dejan de publicar en su blog o nace un servicio mejor.
Mucho más crítico es Julián de Cabo, profesor y subdirector general del Instituto de Empresa, y un viejo conocido de la Red española, porque dirigió Terra durante tres años. Defiende una aproximación "laica" a la web 2.0, ya que cree que comienza a ser un "movimiento tecnorreligioso". De Cabo critica la "exageración" del fenómeno, porque cree que el concepto es muy vago, las tecnologías no son del todo novedosas y no sólo "no es para todos", sino que es cada vez más endogámico: "De los 10 blogs más visitados de España, nueve hablan sobre blogs".También es muy crítico Jason Lanier, director de cine y escritor, que ha escrito una interesante reflexión en forma de manifiesto llamado Maoísmo digital sobre el funcionamiento de la Wikipedia, un lugar donde los usuarios pueden escribir y editar libremente las entradas: "Mi problema no es con la Wikipedia en sí", escribe, "sino con la manera en que se ha convertido en un sistema tan respetable". Y explica: "Todo esto forma parte de la defensa del colectivismo online, que no es más que el resurgir de la idea de que el colectivo es sabio". Y continúa: "El colectivo es tan estúpido como cualquier individuo, y en algunos casos concretos, mucho más estúpido". Esta semana se ha hecho público un estudio de una agencia de marketing británica que dice que el vídeo más visto de la historia de Internet, con 900 millones de visitas, es el de un niño que finge ser un guerrero jedi, manejando un palo de golf como una espada-láser.
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