Uno de los principales problemas que surge a cualquiera que trata de imaginar cómo pudo surgir la vida en la tierra primitiva es adaptar nuestro cerebro, acostumbrado a medir el tiempo en horas, días o incluso algunos años, a la escala de tiempo geológico.
Nuestro planeta tiene aproximadamente cuatro billones y medio de años y la aparición de las primeras formas de vida fue hace unos dos billones y medio de años. Tratar de comprobar cualquier hipótesis en el laboratorio no es fácil pues ningún científico cuenta con los millones de años que la naturaleza ha tenido para producir una célula primitiva, capaz de aprovechar la energía ambiental para sobrevivir y autoreplicarse. El pasado día 20 de mayo falleció de un paro cardíaco, Stanley Miller, uno de los científicos pioneros en los estudios sobre el origen de la vida que trató de recrear la atmosfera primitiva reductora de la tierra en un “artilugio” de vidrio en el laboratorio. Esta “nube de gas” en el matraz fue sometida a descargas eléctricas con dos electrodos durante varios días, simulando rayos de tormentas prebióticas. Al cabo de algún tiempo se pudo comprobar la aparición, en estas condiciones, en el fondo del recipiente de sustancias orgánicas, como amino ácidos o nucleótidos que están presentes en nuestras células. Estos resultados, fueron un gran respaldo para las hipótesis que suponen que en nuestro planeta hace algunos billones de años se dieron las circunstancias para que surgieran en la atmosfera o en determinados reductos marinos, moléculas capaces de ensamblarse hasta crear la maquinaria vital de lo que hoy día conocemos como células, es decir la unidad básica de la vida. Tardaremos en saber cómo pero al menos podemos tratar de imaginarlo.
sábado, junio 16, 2007
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