lunes, junio 25, 2007

Ave Mar�a Pur�sima� Malecum Salam

Juan Jos� Asenjo, obispo de C�rdoba, ha dicho que la mezquita de �dem no est� hecha para que recen los musulmanes, porque una cosa es el di�logo interreligioso y otra muy distinta que lleguen unos se�ores, muchos de ellos con barba, y se pongan mirando a la Meca despu�s de quitarse los zapatos, con lo que se transpira en esas latitudes y el olor tan espantoso que expelen los pies desnudos o los calcetines sudados. Eso, justo es reconocerlo, no hay botafumeiro que lo combata. Dos son los grandes argumentos de Asenjo: el primero es un t�tulo de propiedad, porque al parecer los Omeyas no pasaron por el Registro y antes de que le dieran al arco de herradura hab�a all� una bas�lica visig�tica que fue donada a la Iglesia en 1236; el segundo tiene que ver con la eucarist�a. Dice el obispo que estando el Se�or en el sacramento, quedar�a feo que escuchara el ya cl�sico Al� akbar en boca de un pu�ado de infieles.

La posici�n de monse�or es comprensible porque a nadie le gusta que el vecino le ocupe el �tico y ya se sabe que uno empieza dando la mano y al final acaba perdiendo el brazo. La cohabitaci�n tendr�a adem�s problemas log�sticos salvo que se instalara una mampara, porque los musulmanes, como los vampiros, no aguantan la visi�n de una cruz y menos si la cruz est� habitada, con lo quisquillosa que es esta gente con la escultura en general y la imaginer�a en particular. As� que cada uno en su casa y Dios en la de todos, como bien dice el refr�n.

La petici�n de compartir la mezquita la hab�a formulado el presidente de la Junta Isl�mica, Mansur Escudero, al Papa, aclarando que su intenci�n no era recuperar Al-�ndalus para el Islam, sino poner en pr�ctica el ecumenismo. El prelado de C�rdoba no ha dado tiempo a que Benedicto XVI se pronuncie, no fuera a ser que Su Santidad estuviera marcado por alguna experiencia m�stica de su visita a la Mezquita Azul de Estambul y bendijera la idea.

Ahora que la religi�n vuelve a esgrimirse como ariete en disputas que m�s tienen que ver con el poder y con la pol�tica, hubiera sido una bella estampa que cristianos y musulmanes pudieran compartir en armon�a un mismo templo. Los dioses, aunque cada uno de ellos sea el verdadero, son mucho m�s comprensivos que los mortales y no hubieran puesto impedimentos. A fin de cuentas, rezar juntos nunca ha hecho da�o a nadie; lo que mata es el fanatismo.

La pol�mica se superpone a los planes de la Asociaci�n de Musulmanes de C�rdoba de levantar en las afueras de la ciudad un complejo compuesto por una r�plica de la mezquita, un hotel y dos escuelas cor�nicas -que no falte de nada-, financiado todo ello por el sult�n Al Qasimi, el tipo m�s poderoso del emirato de Sharjah, y que ya ha allegado petrod�lares para la mezquita de Granada y para la sevillana de Los Bermejales.

Como puede suponerse, Al Qasimi no es un altruista desprendido que dedica su vida y su fortuna a levantar templos a mayor gloria de Al� y de su profeta. Si el sult�n paga, manda, y lo primero que decide es qu� ense�anzas del Cor�n deben impartirse en sus escuelas, qu� imanes se dirigir�n a los fieles y qu� visi�n del mundo se les inculcar�. El odio a Occidente que ha prendido en musulmanes de todo el mundo es el fruto de semillas similares.

Un ejemplo reciente lo hemos tenido en Ceuta, donde la Polic�a detuvo a mediados de diciembre a una c�lula islamista que se hab�a hecho con el control de la mezquita de Darkawaia, desde donde se captaban voluntarios para la guerra de Iraq y se planificaban futuras acciones terroristas, desde el asalto a un polvor�n militar a diversos atentados con bomba. La c�lula hab�a hecho venir de Tetu�n a dos imanes que profesaban el wahabismo, la versi�n saud� del salafismo m�s radical.

Todo se entender� mejor con esta secuencia: en Espa�a hay musulmanes, y habr� m�s como consecuencia de la inmigraci�n; los musulmanes rezan, y lo hacen hasta cinco veces al d�a; los musulmanes tienen derecho a disponer de lugares dignos para el culto; las mezquitas se inventaron para que los musulmanes recen; es mejor que los imanes hablen del amor al pr�jimo a que instruyan en la yihad; �stos �ltimos suelen llegar pagados por las corrientes m�s radicales del Islam; es conveniente evitar la creaci�n de mezquitas clandestinas, porque de los garajes, adem�s de coches, tambi�n pueden salir c�lulas terroristas.

El obispo Asenjo ha dicho que abrir la Mezquita a los musulmanes no contribuir�a a la convivencia pac�fica entre los distintos credos y que generar�a confusi�n entre los fieles e �indiferentismo� religioso, que dicho as� suena mal pero que puede llegar a ser una bendici�n divina. �Un mundo donde resulte �indiferente�, no ya la religi�n propia, sino la que profese el de al lado? Al obispo, al que pagan por hacer proselitismo, le resultar� espantoso, pero a la mayor�a de los creyentes y de los no creyentes nos suena bien esa canci�n. Hay veces, incluso, que la tarareamos.

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