sábado, septiembre 22, 2007

“Los profetas de calamidades”

Cabos sueltos

¿Por qué la derecha –en sus distintas vertientes- tiende siempre a convertir todo aquello que le desagrada o le enoja en un mal irremediable? El cardenal Cañizares –uno de los más claros representantes del conservadurismo católico- ha declarado, a raíz de la polémica exposición ibicenca del artista Ivo Hendriks, que existe nada menos que un proyecto para “erradicar a Dios”. ¿De verdad cabe creer semejante patraña?

Juan XXIII –cuya figura ha sido de forma deliberada eclipsada en estas últimas décadas de neointegrismo eclesiástico- era poco partidario del tradicional recurso a los anatemas. “En nuestros días –decía el Papa Roncalli-, la Iglesia, esposa de Cristo, prefiere emplear el remedio de la misericordia en lugar de la severidad. Ella considera que para hacer frente a las exigencias de la época moderna es mejor que la condena poner de relieve el valor de su doctrina.”

No en vano, en su memorable discurso de apertura del Concilio Vaticano II, Juan XXIII alertó sobre “los miedos a catástrofes (que difunden a menudo) los profetas de calamidades”. Se refería a aquellos que “desde el pasado más reciente hasta el presente sólo saben ver inconvenientes y errores” y “no anuncian más que desgracias como si la desaparición del mundo estuviera al llegar”

“Sólo saben ver inconvenientes y errores”, subrayaba el valeroso impulsor de una renovación, finalmente frustrada. Es cierto. Nunca escuchamos más que lamentos, quejas y protestas por parte de los jerarcas de la Iglesia católica. Sobre todo, en España. En todo caso, la exposición mencionada, que mezcla la homosexualidad con Juan Pablo II y con Jesucristo, provoca entre mucha gente un fuerte rechazo.

Pero no todo ni mucho de cuanto produce rechazo ha de ser clausurado, como solicita el obispo de Ibiza, Vicente Juan Segura. O transformado en la prueba del nueve de que, según Cañizares, avanza una especie de conjura para liquidar a Dios.

Aquellos que quieran ver la exposición de Hendriks, que la vean. Los que les molesta o a los que hiere su sensibilidad, que no vayan. Así de sencillo. Ya sabemos hasta qué extremo la Iglesia católica contempla la homosexualidad con todo género de reparos. Baste con recordar la que organizaron los monseñores, junto con el PP –como es habitual-, cuando el Gobierno Zapatero aprobó las bodas entre gays o entre lesbianas. Algo muy similar a la aberrante cruzada contra Educación para la Ciudadanía.

Sin embargo, no hemos aún escuchado una respuesta consistente a la siguiente pregunta: ¿cuál es la razón de que sientan los dirigentes del catolicismo tanta animadversión hacia la homosexualidad, si los homosexuales también han sido creados –de acuerdo con la doctrina de la Iglesia- por Dios? No hay ninguna contestación plausible a este interrogante.

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