Si un río está contaminado es el Segura. La proliferación de empresas y la presión humana convirtieron su cauce en una "gran cloaca". Las protestas y las denuncias fueron constantes desde finales de la década de los años 90.
Su contaminación motivó la manifestación más importante celebrada en Madrid, en abril de 1999, por un tema medioambiental. En aquella ocasión más de 10.000 personas acudieron a la puerta del Congreso de los Diputados para exigir al PP un plan integral de recuperación del cauce del río Segura. Los vecinos amenazaron con una huelga general en la comarca.
Al año siguiente Bruselas llegó a proponer al Tribunal Europeo de Luxemburgo una multa diaria de más de siete millones de las antiguas pesetas hasta que las aguas de los ríos y embalses reunieran las condiciones aptas para el baño y sin estar contaminadas. Los balcones de Orihuela se llenaron de pancantas bajo el lema Salvar el río. La contaminación del Segura saltó a las primeras páginas de los periódicos, se publicaron informes sobre las consecuencias que esta toxicidad tenía en los cultivos de La Vega Baja e incluso la Universidad de Alicante concluyó con que su agua no era apta para el riego. Las molestias por malos olores que sufrían los vecinos alarmaron a la población. Este problema medioambiental causó alarma entre la población civil. El gobierno del PP se vio forzado a mover ficha y anunciar por los medios a su alcance inversiones y programas para la regeneración de la cuenca. Las obras de encauzamiento del Segura en su tramo final, tras años de protestas, han aliviado en cierto modo la situación. Pero derivaron en nuevos pleitos. Los lodos acumulados al margen del nuevo cauce estaban contaminados. Y así se quedaron. La Generalitat desarrolló un plan de regeneración del cauce del río financiado con fondos europeos.
Otro elemento que ha dificultado su saneamiento ha sido la dispersión administrativa: Una Confederación, dependiente de Madrid, dos gobiernos autonómicos y varios ayuntamientos con intereses encontrados. El resultado de todo es que el fiscal aluda al río como un "colector de aguas residuales".
Un aserto que recuerda el infeliz comentario que hizo al respecto Julio de España, cuando era presidente de la Diputación de Alicante y se permitió asegurar que "el río Segura no entraña riesgos para la salud porque no se bañan las personas", y amenazó con bañarse, cosa que todavía no ha hecho.
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