Cada fase de la vida se corresponde con unas necesidades dietéticas específicas. El Profesor Peter J. Aggett, de la Escuela Universitaria de Medicina y Ciencias de la Salud de Lancashire, Universidad de Central Lancashire, Reino Unido, estudia uno de los momentos primordiales de la vida: cuando ingerimos los primeros alimentos sólidos.
La OMS recomienda que, a fin de cubrir las necesidades evolutivas del bebé, tras un periodo inicial dedicado exclusivamente a la lactancia durante los 4 a 6 primeros meses de vida, se combinen con la leche materna alimentos complementarios seguros y con el valor nutritivo adecuado, hasta los dos años de edad o algo más.
La diversificación de la dieta del bebé se ha convertido en tema de debate en cuanto al momento más adecuado para introducir los complementos alimentarios y en lo relativo a la naturaleza de estos complementos. La mayoría de las opiniones, aunque no todas, coinciden con las recomendaciones de la OMS de proporcionar una "dieta mixta" a partir de los 6 meses de edad. En ciertos entornos con condiciones sanitarias deficientes, tanto en países en desarrollo como en los desarrollados, dar al bebé alimentos sólidos o líquidos puede incrementar el peligro de infecciones. Por eso, algunas autoridades son reticentes a introducir alimentos sólidos en la dieta antes de los 6 meses aproximadamente.
Este asunto, al igual que muchos otros relativos al destete, es difícil de resolver, ya que en la práctica se rige por la tradición, y no por la ciencia. A título de ejemplo, cabe mencionar que muchas madres, incluso en las comunidades de población en las que se cumple con el ideal de los dos años de lactancia, dan ya alimentos sólidos a sus bebés a partir del segundo mes.
Los estudios sobre otros mamíferos indican que la introducción de alimentos como complemento a la leche materna se produce en un momento crítico del desarrollo fisiológico y metabólico. Estos cambios no se han determinado con precisión en el ser humano, pero se sabe que a los 4 meses, el bebé ya tiene la coordinación neuromuscular suficiente para tragar papillas y es capaz de discernir algunos sabores y texturas. La madurez metabólica e inmunológica del bebé es más difícil de establecer.
Los primeros alimentos sólidos recomendados por la mayoría de las autoridades competentes son los cereales sin gluten (el más empleado es el arroz), la fruta, la verdura y la carne..
La mejor forma de dar estos alimentos es mediante una cuchara, sin que sea necesario mezclar las papillas con otros alimentos líquidos. De hecho, esta costumbre podría mermar la futura capacidad del niño para asimilar texturas más consistentes. Los alimentos en papilla o puré pueden preparase fácilmente en casa. Una de las ventajas de los que se comercializan ya preparados, es que a menudo están enriquecidos con hierro, aunque la eficiencia con la que el niño lo absorbe varía en función de la naturaleza del producto y, por supuesto, de la necesidad que el bebé tenga de un suplemento de hierro.
La transición a los purés algo más consistentes suele producirse entre los 6 y los 12 meses, cuando el niño aprende a masticar, es capaz de tragar alimentos picados con texturas más granulares y comienza a sujetar los alimentos. Entre los alimentos que el niño puede comer con la mano se recomiendan la corteza de pan, los panecillos tostados, los trozos de fruta y verdura hervida, y los pedazos de carne.
Añadir alimentos complementarios demasiado temprano puede ocasionar trastornos, como la falta de apetito del niño, que le llevaría a tomar menos leche materna; anemia, ya que la comida sólida dificulta la absorción del hierro procedente de la leche de la madre; y un mayor riesgo de contraer infecciones. El destete tardío también puede originar problemas, como retrasos en el crecimiento y deficiencias de ciertos nutrientes, sobre todo de hierro, zinc, vitaminas liposolubles y ácidos grasos esenciales.
Aún no se ha averiguado cómo los niños adquieren tolerancia inmunológica a las proteínas de la comida. Las alergias y las reacciones immunológicas en el intestino están relacionadas con la introducción prematura de alimentos complementarios. Tampoco se sabe exactamente cómo afecta la lactancia a este riesgo. Algunos alimentos son más propicios a causar reacciones que otros.
Por eso se trata de evitar el gluten en esta etapa, ya que se asocia el síndrome de absorción intestinal deficiente, o afección celíaca, con la ingesta precoz de trigo. De ahí que se recomiende dar al bebé cebada y avena antes que trigo y cereales mezclados. De haber antecedentes familiares de alergias, lo más prudente es retrasar la toma de alimentos como leche de vaca, cacahuetes, soja, huevos, pescado y pollo, que son alérgenos, hasta pasados los 6 a 12 meses de edad.
Las reacciones inmunológicas adversas en la primera infancia varían según los alimentos complementarios locales. Por ejemplo, las reacciones al arroz son más frecuentes en Japón que en Europa y también lo eran las reacciones a los cacahuetes en Estados Unidos, hasta su reciente aumento en Europa. La alergia a los cacahuetes y el huevo puede extenderse hasta la edad adulta, aunque no tiene por qué ser así con otros alimentos, como la leche de vaca. Por desgracia, no se pueden hacer predicciones fiables sobre la evolución de un individuo y su propensión a padecer alergias e intolerancias.
Prueba de la influencia de los primeros alimentos en la salud posterior es que estos pueden repercutir en el metabolismo, con el consiguiente riesgo de enfermedades cardiovasculares, diabetes tardía e hipertensión. Estos riesgos y otros similares demuestran lo importante que es introducir adecuadamente los alimentos complementarios, teniendo en cuenta tanto las metas a corto plazo, como las repercusiones posteriores en la salud.
FOOD TODAY 11/2000
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