jueves, abril 29, 2010

El símbolo de los últimos indígenas

Una ONG alerta del ataque al 'hombre del agujero', el único superviviente de un pueblo desconocido de la Amazonia Survival denuncia que pistoleros a sueldo de terratenientes atacan al indígena para ganar terreno a la selva
Un pedazo de selva, en el estado de Rondonia, es el refugio del último superviviente de un pueblo desconocido de la Amazonia. Este indígena fue atacado en las últimas semanas por pistoleros presuntamente a sueldo de terratenientes que quieren seguir ganando terreno al bosque, según ha denunciado Survival, ONG que se dedica a la defensa de los derechos de los indígenas. El conocido como hombre do buraco (hombre del agujero) sobrevive solo desde hace años en un espacio protegido por el Gobierno de Brasil.
El hábitat del "hombre del agujero"
Las únicas imágenes que se conocen del hombre del agujero fueron capturadas fugazmente por el productor de cine Vincent Carelli en su película Corumbiara, que documenta el genocidio de los akuntsu y otros pueblos indígenas de la región.

Carelli se ha especializado en los documentales sobre la vida de pueblos indígenas del Amazonas. A la izquierda, el rostro del hombre del agujero oculto tras unas ramas y arriba una de las cabañas que se ha construido en la selva.
El misterio rodea a este solitario personaje que ha sido visto en poquísimas ocasiones, alguna de ellas por guardias de la Fundación Nacional del Indio (Funai) de Brasil, que tienen encomendada la misión de protegerle, y por el cineasta Vincent Carelli, que ha documentado el genocidio de otros pueblos de la región. Carelli y su equipo lograron grabar el rostro de un asustado hombre del agujero oculto detrás de unos matorrales y esgrimiendo una suerte de lanza.

La Funai supo de la existencia del hombre del agujero en los años noventa por comentarios de miembros de otras tribus menguantes. Los guardas localizaron un huerto y una cabaña en cuyo interior había un agujero en el que supuestamente se esconde este indígena cuando se acercan extraños. "También ha ido cavando hoyos en otras zonas del bosque para ocultarse y para atrapar animales", cuenta Fiona Watson, coordinadora del departamento de investigación de Survival. Watson, que ha viajado varias veces a este territorio brasileño, remite a un informe de la Funai para bucear en la historia llena de lagunas de este indio. De mediana edad se sospecha que es el único superviviente de los ataques que, entre los años ochenta y noventa, perpetraron contra su pueblo hacendados llegados de la ciudad que querían ocupar sus tierras.

El hombre del agujero se ha convertido en una suerte de símbolo de los indígenas aislados, aquellos que rechazan el contacto con el hombre blanco, aunque en este caso todo son especulaciones puesto que nadie ha conseguido intercambiar palabra alguna con él. No se sabe cuál es su lengua. Ni si habla. "Cuando alguien se acerca, se oculta en los agujeros y lo amenaza con flechas; quizás el 2005 fue la última vez que se le vio, entonces hirió de un flechazo a un guarda de la Funai", añade Watson. Desde la Funai aseguran que sigue con vida, pues cada dos meses entran en su bosque y comprueban signos de actividad en su huerto, donde cultiva mandioca, y en sus barracas.

Watson apunta que detrás del último ataque, el del pasado noviembre, está el rechazo de los terratenientes a la renovación de la protección del territorio indígena de Tanaru, de 8.070 hectáreas, en el que habita el hombre del agujero. Los fazendeiros están en contra de que se les vete el acceso a este bosque declarado zona exclusiva de este indio.A su alrededor se expanden las cuestionadas plantaciones de soja y las granjas de vacuno. "En teoría no puede entrar nadie sin permiso de la Funai, pero algunas personas entraron, saquearon el puesto de control y dispararon, no sabemos si para matar al indígena o asustarlo", añade Watson.

Watson entiende el miedo y el rechazo de este indio al hombre blanco, pues fue testimonio de la masacre que sufrió su pueblo después de que, en los 70, se abriera una carretera en Rondonia que facilitaba el acceso de terratenientes, madereros y colonos a la selva. "Cuando los hacendados llegaron vieron a los indios como un obstáculo y matarlos era muy fácil". El hábitat del hombre del agujero está rodeado de media docena de haciendas y a unos 40 kilómetros sobreviven otros indígenas en vías de extinción, cinco Akuntsu y tres Kanoê, con los que no tiene ningún contacto.

La Funai intenta reconstruir su historia y la de su pueblo, pero la norma es interferir lo menos posible en la vida de los indígenas que quieren seguir aislados. Además de su huerto, obtiene alimento de la caza de monos, venados silvestres, jabalíes y mamíferos pequeños como los agutíes (parecidos a las ratas) y se supone que pesca en un río cercano. "En su cabaña, de dos o tres metros cuadrados, tiene un pequeño banco, un depósito de madera con agua, flechas y cáscaras de frutos secos para hacer fuego; con las resina de los árboles se hace lumbre", continúa Watson.

El hombre del agujero se desplaza con facilidad por la selva, por donde ha levantado otras cabañas y excavado agujeros para esquivar mientras pueda la acción de los intrusos.

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