lunes, mayo 21, 2007

Tenemos lo que merecemos

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Pero el silencio de unos gobernantes a los que no basta con revolcarse en el cieno de la indignidad, sino que además usan a guisa de salvavidas el honor de las instituciones del Estado, no es tan nauseabundo como la pasividad de una sociedad que se mantiene impertérrita ante episodios de tanta inmundicia, preocupada tan sólo de mantener el buche lleno, preocupada de seguir disfrutando de la bonanza económica, una sociedad que ha vendido en almoneda sus convicciones y chapotea en las cloacas de un risueño pancismo.
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es el producto de la sociedad española: dimisionario, claudicante, dispuesto a vender su primogenitura por un plato de lentejas, dispuesto a comprometer lo que haga falta con tal de espantar las preocupaciones que sólo admiten una solución enérgica y mantenerse aferrado a la poltrona, náufrago del relativismo y la delicuescencia y, por supuesto, rezumante de rencor, el rencor de quienes en el fondo se avergüenzan de lo que son pero temen que se lo recuerden. Y la sociedad española, que también teme que le recuerden el estado de postración moral en que se halla, que no soporta que la distraigan de su borrachera de prosperidad, hace oídos sordos ante la vergüenza y se tapa las narices ante tanta pestilencia. Tenemos lo que nos merecemos; pero algún día no muy lejano acabará el festín, y todos estaremos para entonces rebozados de mierda.

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