domingo, mayo 13, 2007

La inversión en España pierde peso

dÍGANLO CLARO...PETIMETRES...CÓMO MENTIR...
LAS compañías más reputadas de calificación de riesgos otorgan a España una AAA («triple A») que sólo está al alcance de los países más solventes, como es el caso de Alemania, Francia u Holanda, que no el de Italia, Portugal o Grecia, naciones del sur de Europa que años atrás fueron desdeñados por los orgullosos países del norte.España ganó por méritos propios esa «triple A» que tan eficaz y fértil ha resultado para obtener financiación exterior -en las mejores condiciones de cantidad y precio- con las que financiar el extraordinario y alarmante déficit de capitales, fruto de un comercio exterior muy desequilibrado. De esta manera, el insuficiente ahorro interno ha sido compensado con el aporte de la financiación externa, abundante para una economía tan pujante como la española, sin riesgo de tipo de cambio tras la implantación del euro. Este círculo virtuoso ha servido para sostener el crecimiento de la economía española durante trece años, siempre un punto más que el europeo, lo que ha permitido rozar el índice de convergencia con la media de la zona. Pero las lanzas pueden tornarse pronto cañas: la vitalidad de una economía pujante puede devenir en lo contrario si las oportunidades se convierten en riesgos.
La calidad del «riesgo España» ya no es la que era, especialmente en el sector inmobiliario, motor principal del crecimiento de estos años y que muestra ahora claros signos de agotamiento en varias fases del negocio. La nueva ley del Suelo puede generar, cuando entre en vigor, incertidumbres que afectarían a algunos proyectos ya financiados, pero todavía insuficientemente desarrollados, y también una menor demanda que ya se percibe en la fase final del complejo proceso inmobiliario: la venta al público, especialmente la que procede de inversores extranjeros. La crisis se agrava por efecto del encarecimiento de la financiación tras las sucesivas elevaciones de los tipos del interés que viene aplicando el Banco Central Europeo.
Si a todos esos factores añadimos incertidumbres institucionales -como las que ha sembrado la crisis de la CNMV y la azarosa opa sobre Endesa-, los argumentos para la desconfianza están servidos, por lo que no debe extrañar que algunos bancos europeos, suizos y británicos, analicen con lupa sus inversiones en España y fijen condiciones más duras para sus préstamos e incluso rechacen operaciones financieras. La confianza se logra paso a paso, con tiempo y buenos resultados, pero se pierde súbitamente, con estrépito, en cuanto se conocen tropiezos y se atisban dificultades.
En el sector inmobiliario español, asombro de Europa durante los últimos años, no es oro todo lo que reluce. Algunas compañías muestran debilidades que hacen dudar a sus financiadores, y esas manchas se extienden como el aceite derramado. La reputación es una materia demasiado frágil, sobre todo cuando hay créditos de por medio.

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