miércoles, mayo 16, 2007

Orgasmus

Ya lo decía Julio Camba, te vas de viaje, te tomas el trabajo de mirar el mundo con los ojos bien abiertos, vuelves luego a la patria, y qué. Pues nada. Cuando volvía el señor Camba encontraba en el café a los mismos contertulios enzarzados en las mismas discusiones que dejó la víspera de marcharse.

Tremenda sensación a la que yo añadiría otra: al que ha tenido la osadía de ausentarse se le mirará con desconfianza, como si los paisanos sospecharan que quiere introducir aire fresco allí donde lo que gusta es el aire viciado. Pero no hay que alarmarse, en tres días, el hijo pródigo estará integrado, dejándose la garganta en una bronca sobre la deriva de España. Ésta era una sensación que compartían los viajeros de un país poco viajero. Por fortuna, la experiencia Camba de ponerse el mundo por montera es hoy mucho más común. La repiten cientos de estudiantes, nuestros hijos, que se marchan un año a hacer las europas con el Erasmus, bautizado muy certeramente como Orgasmus, y consistente en una beca estatal tan precaria que acaba estando financiada por los padres españoles, que son, dejando a un lado a la baronesa encadenada, la cantera más importante de mecenas de la Unión Europea.

Dicen que cuando vuelven a casa, los estudiantes orgasmus pasan otro año descolocados. Natural. Descubren la gran verdad de la vida: lo malo del orgasmus es que acaba muy pronto. A lo que de verdad no hay derecho es a hacerles sufrir un erasmus interruptus. Es el caso de Bárbara, que está pasando su orgasmus en Suiza, y a la que avisaron de que tenía que ir a su pueblo, San Martín del Rey Aurelio, Asturias, para estar en la mesa electoral.

Bárbara mandó un fax pidiendo clemencia, pero el juez fue inflexible, no hay orgasmus que valga, a cumplir con la democracia. Bárbara clama al cielo: "¿Es que no hay un paisano en San Martín del Rey Aurelio para sustituirme?". Estoy con ella. A todo esto, ¿quién corre con los gastos?

Pero hay otra carta que me hace sospechar que, a pesar de que viajar en España ya no es pecado, algo de la reflexión de Camba sigue vigente. La escribe Carlos, un navarro ex orgamus, que decidió quedarse 10 años en Inglaterra y hoy vive en Barcelona. En 10 años, Carlos siente que el país no ha salido de sus cinco asuntos recurrentes. Está harto de oír hablar de naciones, identidades, competencias, lenguas, iglesias y de esas radios que contagian los temas de conversación a la gente.

"En mis 10 años en Londres", me cuenta, "nunca hablé de identidades con gente de otras culturas, ¿es que no puede haber un partido sin adjetivos, que no sea nacionalista de nada ni defienda la España plural 'pero quitando a los que no me gustan', un partido que se enfrente simplemente a los problemas comunes que acechan en el día a día?".

Más claro, agua.

Elvira Lindo bucea en los comentarios de los lectores para su columna. Envíelos a lectores@elpais.es

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