lunes, mayo 14, 2007

Puro miedo

PURA PÉRDIDA DE INTELIGENCIA

ALGO funciona decididamente mal en un país en el que un político se pregunta en un mitin, cargado de razón, por qué no puede presentarse a las elecciones una lista integrada sólo por mujeres mientras obtienen vía libre decenas de candidaturas de un partido terrorista. Y algo muy importante se ha roto en el mecanismo moral y jurídico de un Estado en el que tanto ese político -Mariano Rajoy- como la inmensa mayoría de los ciudadanos conocen la terrible, desoladora respuesta a esta simple interrogante de impecable lógica política: porque las mujeres de Garachico no ponen bombas y carecen, por ello, de poder de intimidación sobre un Gobierno acongojado ante el fantasma del chantaje.
Toda la retórica del Proceso roto, la hueca palabrería lennoniana de darle una oportunidad a la pazzzzzzz, la trivial logomaquia cóncava que daba cobertura a las presuntas buenas intenciones de un presidente comprometido en una aventura histórica, la pomposa firmeza verbal con que el Gobierno se reclama defensor del Estado de Derecho, ha quedado de nuevo en entredicho frente a la terca evidencia de una realidad estremecedora, dolorosa y amarga. Todo es mentira. Una zafia, flagrante e inútil mentira.
Es mentira que las conversaciones con ETA estén rotas, es mentira que no haya vuelto a haber encuentros ni contactos, es mentira que Batasuna esté fuera de las listas, es mentira que se cumpla la Ley de Partidos, es mentira que el Estado no ceda a la coacción. Es mentira la sonrisa de Zapatero, es mentira su gesto de solemnidad vacía, es mentira su rebuscado argumentario jurídico, es mentira su fingida convicción. Y es mentira que no tenga miedo, porque el miedo ha sido la única guía de sus pasos desde el atentado de Barajas. Miedo, puro miedo; pánico, jindama, canguelo. El miedo forzó la absolución de Otegi, el miedo alivió la pena del asesino De Juana, el miedo ha abierto paso a ANV, el miedo envió a dos personas a hablar con ETA en abril. El miedo a las consecuencias políticas de un atentado sostiene la acción del Gobierno en una legislatura agotada, exánime, en la que el poder ya no desea otra cosa que comprar tiempo a base de apaciguar a la bestia que amenaza sabiendo cuál es su fuerza y su capacidad de presión.
Pero ni siquiera bastará todo eso, porque el miedo se ve, se palpa, se huele, se siente tanto que la bestia no dejará de enseñar sus dientes. Porque no se conformará con las listas de ANV, ni con el esplendor peripatético de De Juana, ni con los pueblos que Batasuna conquiste en las elecciones para implantar su régimen de extraterritorialidad constitucional, ni con el probable giro anexionista de Navarra. Porque ETA desea el poder y sabe cómo obtenerlo. Porque ha visto a un presidente trémulo bajo su amenaza y le apretará las tuercas mientras perciba que lo tiene a su merced. Porque nunca ha tenido desde los años ochenta más capacidad de desestabilización. Porque este Estado que se enreda en leguleyismos de vía estrecha para prohibir una candidatura de mujeres carece de arrestos para impedir una candidatura de asesinos.

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