miércoles, enero 03, 2007

Zapatero y sus tribulaciones

abc 03/01/2007
de risa, vaya, q bueno

M. MARTÍN FERRANDPOR M. MARTÍN FERRAND
LOS hermeneutas del diario «El País», veteranos y expertos en el arte de descifrar las jergas socialistas de uso nacional, han tomado para sí el trabajo de interpretar los mensajes de José Luis Rodríguez Zapatero. Es de agradecer. El presidente tiende a expresarse con jeroglíficos que, sumergidos en la ambigüedad y matizados por su sonrisa perpetua, no son fáciles de entender para una inteligencia común. Así, por ejemplo, podemos saber que cuando Zapatero ordenó, tras el brutal atentado de Barajas, «la suspensión de las iniciativas de diálogo» lo que en realidad nos estaba diciendo es que da por liquidado un final dialogado del terrorismo. Debe de ser reconfortante disponer de unos guardaespaldas intelectuales de confianza.
El problema al que ahora se enfrenta el líder socialista es el de su propio contenido. Entregado a las ya imposibles negociaciones con ETA nos había anunciado su resolución de no hacer más cambios en el Gobierno que el derivado de la sustitución de Juan Fernando López Aguilar, el ministro que se agarra como una lapa a su sillón y que, lo que está muy feo, hace de él un uso propagandístico con vistas a su -¿forzada?- pretensión de alcanzar la presidencia autonómica canaria. Un Gobierno -tan paritario, tan inútil- diseñado para invernar, para esperar amodorrado y sin conflictos al deshielo de la legislatura, no sirve para la nueva situación en la que no hacer nada -la gran especialidad de Zapatero- se convierte en algo políticamente suicida, socialmente dañino y, en lo económico, más temerario de lo conveniente.
Tiene Zapatero a su favor, en un año de elecciones autonómicas y locales que complicarán el escenario, que el primer partido de la oposición, el PP, no anda mucho más orientado que el suyo propio. Ahora, al unísono, el optimismo presidencial y el razonable pesimismo de Mariano Rajoy se han quedado sin sentido. Es uno de los efectos de la bomba etarra. No le queda más remedio al de León que ponerse a gobernar, algo que, en su sentido clásico, no sé si está en su voluntad y, si lo estuviere, tampoco resulta claro que entre en el catálogo de sus posibilidades. Zapatero, presidente por sorpresa, sigue siendo una gran incógnita. Incluso para sus próximos.
Es la hora de la oposición, pero Rajoy -tan cansado, tan distante- carece de brío y equipo, dos condiciones necesarias para impulsar las acciones propias de una tarea potencialmente eficaz. Es decir que, una vez más, como la Historia nos acostumbra, dependemos del albur y de la conjunción astral más que del talento y los programas capaces de cerrar con siete llaves el cuarto en que se esconden los fantasmas del pasado, los de la «memoria histórica» y abrir de par en par las puertas de la modernidad y el progreso. Es improbable conseguir lo que no se pretende.

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