martes, enero 02, 2007

Legislatura acabada

Oigamos al supertacañón...
abc 02/01/2007

IGNACIO CAMACHOPOR IGNACIO CAMACHO
ESTO se ha acabado. Zapatero puede si lo desea ganar tiempo en busca de una coyuntura más propicia para sus intereses, pero la legislatura concluyó el día 30 a las nueve de la mañana en el aparcamiento del aeropuerto de Barajas. Y la liquidó ETA, en cuyas manos había puesto el presidente la decisión clave de su mandato. Consumada con el Estatuto de Cataluña la reforma encubierta de la Constitución y agotado en la práctica el escaso programa legislativo de un Gobierno improvisado tras su inesperada victoria, el único asunto que sostenía ya el proyecto zapaterista era la deriva del «proceso de pazzzzz». La bomba ha cerrado la cuestión, devolviéndola al punto cero, pero con un importante desgaste en la cohesión democrática. La única forma de repararlo, siquiera de forma parcial, es apelar al veredicto del pueblo. Las urnas.
Zapatero se empeñó en colgar su futuro de una percha que no había mostrado en su programa electoral, hurtándola al debate ciudadano. Así, el diálogo con los terroristas sólo tenía cierto sentido en la medida en que el cese de la violencia pudiese llevar a alguna parte. Muchos no lo creíamos, pero el presidente estaba en su derecho de explorar la posibilidad que parecía habérsele presentado. El atentado de Barajas, probablemente mortal y en todo caso de enorme, inequívoca envergadura, ha taponado la dudosa salida del túnel y ha vuelto inservible el discurso político con que el Gobierno sostenía su mermado crédito. Bajo los escombros de Barajas no sólo ha quedado atrapado el destino de dos ciudadanos de Ecuador, sino los restos del escenario político de esta legislatura.
Ya no queda nada que hacer. El Gobierno no puede volver al diálogo porque el respaldo que pudiera conservar en la opinión pública ha desaparecido, y ni siquiera se lo devolvería una nueva tregua sin credibilidad alguna. El consenso con la oposición voló hecho trizas mucho antes del atentado, e incluso un improbable retorno al Pacto Antiterrorista -eludido por el presidente en su patética comparecencia del sábado- carecería del mínimo imprescindible de confianza mutua. Zapatero no ha logrado siquiera una suficiente mayoría demoscópica para sostener su proyecto; eligió avanzar por un camino que ahondaba las heridas, en vez de reparar la quiebra del 11 y el 14-M, y se lo jugó todo a una sola carta. El problema es que le cedió la baraja a ETA, que se la ha devuelto hecha pedazos.
No hay nada que esperar. Sólo un pacto de mínimos para respetar la estabilidad institucional hasta que las elecciones pongan a cada uno en su sitio. Si Zapatero quiere insistir en su proceso de diálogo, que lo haga desde el programa electoral y pida el apoyo explícito del pueblo. Porque ahora ya no tiene crédito ni para retomar la política de firmeza; el sábado desperdició la última ocasión para dar marcha atrás e ir en busca de la unidad perdida. Sólo la soberanía popular puede romper este impasse, este colapso. Siempre resultará preferible que sean los ciudadanos, y no ETA, quienes repartan las cartas de la nueva partida.

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