MADRID.- Sufrir una parada cardiaca lejos de un hospital sigue siendo un grave problema de salud pública ya que un considerable porcentaje de quienes las padecen no consiguen llegar con vida a un centro sanitario. ¿Qué es lo que falla? Según apunta una investigación estadounidense, los desfibriladores no siempre llegan a tiempo y, además, las maniobras de reanimación cardiopulmonar que se emplean en ocasiones no son las óptimas.
Precisamente, los autores de este trabajo -dirigidos por Bentley Bobrow, miembro del departamento de Medicina de Emergencias de la Clínica Mayo (EEUU)- proponen la implantación en los servicios de emergencia extrahospitalarios de un nuevo protocolo, conocido como 'Resucitación cardiaca mínimamente interrumpida' (MICR en sus siglas en inglés).
Esta guía consiste, básicamente, en priorizar las compresiones en el pecho eliminando o reduciendo en la medida de lo posible las insuflaciones de aire, administrar de forma temprana epinefrina (un vasoconstrictor) y retrasar la intubación.
"Creemos que este protocolo favorece el flujo sanguíneo [cardiaco y cerebral] y minimiza los efectos nocivos de la hiperventilación, que es común durante la resucitación", explica Bobrow a elmundo.es.
Una técnica efectiva
Para probar la efectividad de la técnica, el equipo dirigido por este experto formó en el empleo de la MICR a los servicios de emergencia de varios centros de Arizona, que seguían las guías editadas en el año 2000 por la Asociación Americana del Corazón, y comparó las tasas de supervivencia de pacientes antes y después del entrenamiento.
Las recomendaciones del 2000 indicaban a los profesionales aplicar 15 compresiones en el pecho seguidas de dos ventilaciones y, en los casos necesarios, un choque eléctrico para recobrar el ritmo cardiaco.
La implantación de la técnica MICR exige un cambio sustancial en el protocolo ya que, además de desaconsejar la ventilación temprana y la intubación, recomienda aplicar las compresiones en el pecho durante dos minutos de forma ininterrumpida y antes de considerar el uso de un desfibrilador.
"Uno de los factores que contribuyen fundamentalmente a las peores tasas de supervivencia de los pacientes que sufren un paro cardiaco fuera del hospital es un inadecuado riego sanguíneo en el cerebro y el corazón durante mucho tiempo. En los esfuerzos de resucitación, el flujo sanguíneo que se produce por las compresiones en el pecho es tan pequeño que cualquier interrupción es extremadamente dañina, especialmente para conseguir resultados neurológicos favorables", apuntan los autores.
En realidad, y aunque algunos centros no las hayan incorporado aún, las nuevas guías editadas por la Asociación Americana del Corazón en 2005 ya recomendaban una maniobra similar, que apostaba por priorizar el mantenimiento del flujo sanguíneo. Con todo, el equipo de Bobrow confía en que en 2010, cuando vuelvan a elaborarse estos protocolos, "su propuesta sea tenida en cuenta en la revisión".
La investigación
El estudio analizó la actividad de los servicios de emergencia de dos ciudades del estado de Arizona antes y después de que los profesionales hubieran sido entrenados para aplicar la 'Resucitación cardiaca mínimamente interrumpida'.
Durante el periodo estudiado, un total de 886 personas sufrieron un paro cardiaco. De los 218 individuos que tuvieron el ataque antes de la formación del personal, lograron sobrevivir cuatro (un 1,8% de la muestra). Por el contrario, tras el entrenamiento consiguieron mantenerse con vida 36 de los 668 pacientes atendidos (5,4% de la muestra).
Tras esta prueba, se realizó un segundo análisis en el que además se tuvo en cuanta la actividad de los servicios de emergencia de varias estaciones de bomberos. Los resultados también fueron positivos para la nueva técnica.
"La supervivencia de los pacientes mejoró significativamente tras la implantación de la MICR como un protocolo alternativo en el servicio de emergencias", señalan los investigadores en su estudio, si bien remarcan que sus hallazgos, provenientes de un estudio observacional, "requieren la confirmación de ensayos randomizados".
Precisamente sobre este punto incide Mary Ann Peberdy, experta en medicina de emergencias, en un editorial que acompaña a este trabajo en 'JAMA', quien hace hincapié en que la investigación tiene importantes limitaciones, como el hecho de que no se un estudio controlado o que no se haya cuantificado exactamente el número de presiones cardiacas realizadas o en qué medida se efectuó algún tipo de ventilación.
Con todo, Peberdy remarca que este estudio "representa la confirmación de que la calidad de la reanimación cardiopulmonar, particularmente la necesidad de las compresiones en el pecho ininterrumpidas y la menor importancia de la ventilación, es un desarrollo significativo en la evolución de las ciencias de la resucitación".
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