El siglo VIII asistió al nacimiento de la lengua catalana a partir del latín que se hablaba a ambos lados de los Pirineos. Desde entonces, la historia del catalán se ha forjado gracias a la tenaz transmisión familiar, en un entorno político adverso durante años y al lado de lenguas demográficamente más potentes. Hoy, ya con apoyo institucional, crecen sus hablantes y gana espacio en el mundo digital.
El catalán es una de las 40 lenguas de Google, con más de siete millones de sitios web en 2005. Se sitúa en la 26ª posición en número de páginas
Dejó fuerte influjo en la isla sarda, anexionada a la Corona de Aragón en 1327, hasta el punto que su ciudad de Alghero lo mantiene en uso en la actualidad
Si los mapas políticos se pintaran por lenguas, se representaría de un solo color una superficie de 69.000 kilómetros cuadrados correspondiente al territorio del catalán, compartido por Andorra, España, Francia e Italia, con más de 13 millones de habitantes en su conjunto. Los más de 9 millones de personas que lo hablan y los más de 11 millones que lo entienden sitúan el catalán en un lugar privilegiado en relación con las lenguas de Estado de la Unión Europea, alineado con el griego, el checo, el portugués o el húngaro, y por delante del sueco, el búlgaro, el danés, el finlandés, el esloveno, el eslovaco, el letón, el lituano, el gaélico irlandés y el maltés.
Aunque pueda sorprender, casi el 28% de los ciudadanos del Estado español vive en zonas donde el catalán es oficial, más que francófonos o italianos en Suiza o que francófonos en Canadá. A escala global, alcanza el 88º lugar por su demografía, entre las casi 7.000 lenguas registradas en nuestro rico y complejo mundo lingüístico. Pocas son las que se erigen en lengua de comunicación internacional: el portugués, el francés, el español, o en posición de líder, el inglés. Todas, sin embargo, tienen su trayectoria y unos rasgos históricos, sociales y geográficos propios.
Escenario histórico
Las lenguas carecen de partida de nacimiento y no tienen registro oficial donde inscribirse. No surgen de la nada sino de otras variedades lingüísticas. El catalán se gesta hacia el siglo VIII a partir del latín coloquial que se hablaba a ambos lados de los Pirineos en la zona norte-oriental de Hispania, integrada entonces en el Imperio Carolingio. Aunque hasta el siglo XII los documentos literarios, jurídicos y administrativos se redactan en latín, adivinamos en ellos que los escribientes pensaban y hablaban ya en catalán. Los primeros fragmentos en catalán son del siglo XI y el primer texto literario conservado, los sermones de las Homilies d'Organyà, de finales del XII. El catalán encuentra nuevos espacios por los que extenderse en las Islas Baleares y en el Reino de Valencia durante el reinado de Jaime I el Conquistador (12131276) configurando una base territorial que ha permanecido prácticamente hasta hoy.
Prueba de su expansión y vitalidad legislativa son los Furs de València, los Costums de Tortosa, los Usatges o el Llibre del Consolat de Mar, con las leyes de comercio que se aplicaron en el Mediterráneo hasta el siglo XVIII. Junto a ellos, es referencia de la cultura europea la obra del polifacético mallorquín Ramon Llull (1232-1316), contemporáneo de Dante, pionero en servirse de la lengua vernácula para su prolífica producción poética, narrativa, científica y filosófica, campos en aquel entonces reservados al latín. El crecimiento demográfico, la prosperidad económica y el protagonismo de la Corona catalanoaragonesa en las rutas comerciales del Mediterráneo favorecen su expansión y la de su lengua hacia tierras de Sicilia, Cerdeña, Nápoles y llega hasta Atenas.
El catalán, moneda lingüística valorada en el comercio y la diplomacia en el Mediterráneo, tenía ante sí un futuro lleno de esplendor. Fue, junto al siciliano, idioma de la Cancillería de Palermo y Messina desde 1282 hasta el siglo XVI, y dejó fuerte influjo en la isla sarda, anexionada a la Corona de Aragón en 1327, hasta el punto que su ciudad de Alghero (Alguer en catalán) lo mantiene en uso hasta la actualidad. Un futuro que se reforzaba con su acceso precoz a la imprenta. Ya en 1474 veía la luz el primer libro en catalán y sólo cuatro años más tarde se convertía en la tercera lengua vulgar, con el alemán y el italiano por delante, que editaba por vez primera la Biblia. No en balde en menos de un siglo dos papas, los Borja, legaron un extenso epistolario en catalán a los archivos vaticanos.
El siglo XV consagró autores de relieve universal como Ausiàs March, Bernat Metge, Anselm Turmeda o Joanot Martorell, autor del Tirant lo Blanc. El futuro prometedor cambió cuando llegaron adversidades irreversibles, tras una severa crisis demográfica en el siglo XIV y a raíz de la unión dinástica de Castilla y Aragón en 1469. La creación del Consejo Supremo de Italia en 1556 rompió lazos institucionales y lingüísticos entre territorios de lengua catalana e italianos. La expulsión de los moriscos en 1609 provocó cambios profundos, y no favorables al catalán, en Valencia, y por el Tratado de los Pirineos de 1659 se entregaron a Francia 4.000 kilómetros cuadrados, hoy conocidos como la Cataluña del Norte. A pesar de todo, Cataluña, Valencia y las Islas Baleares mantuvieron sus instituciones hasta 1714 y usaron el catalán como único idioma de sus administraciones. Los decretos de Nueva Planta, promulgados por Felipe V, suprimieron los fueros de Valencia y Aragón (1707), las Islas Baleares (1715) y Cataluña (1716), derogando la organización constitucional de la Corona catalano-aragonesa e instaurando la propia de Castilla e imponiendo el castellano en el ejército y la justicia. Penetró rápidamente en la escuela, la documentación notarial, los registros públicos, hasta en la predicación religiosa, si bien el catalán persistió como única lengua popular.
Después de este periodo de decadencia, el catalán recupera prestigio hacia 1833 gracias al movimiento literario de La Renaixença, vigorizado a fines del XIX en Cataluña por el impulso del catalanismo que lo reivindica como lengua nacional y por las políticas de revitalización mediante instrumentos de ámbito local y provincial que, con la creación del Institut d'Estudis Catalans en 1907, conducen a su normativización. La República de 1931 activa la política cultural en Cataluña, oficializa el catalán y le da entrada en las escuelas y la universidad. Nuevamente es proscrito con dureza entre el 1939 y 1975 en el sistema de enseñanza, la Administración y toda actividad cultural. Simultáneamente, Cataluña acogía un gran volumen de población del resto de España y el castellano se adueñaba de todos los hogares por medio de la televisión. El catalán vivió su época más gris bajo el franquismo, sin romper, sin embargo, la cadena de transmisión del idioma entre generaciones y sin que se produjera la dimisión lingüística de escritores como Riba, Carner, Sagarra, Pla, Foix, Espriu, Rodoreda, Estellès o Villalonga, que abrieron paso a nuevas generaciones literarias con Baltasar Porcel, Carme Riera, Joan Fuster o Montserrat Roig.
Leyes y normas lingüísticas
La situación jurídica del catalán es diversa en sus territorios. Andorra ha tenido siempre el catalán como única lengua oficial, consagrada por la Constitución de 1993 y la Ley de Ordenación y uso de la lengua oficial de 1999. Después del franquismo, se inicia la restitución de las instituciones catalanas y de su lengua y cultura. La Constitución española de 1978 declara el castellano único idioma oficial en todo el Estado y establece que otras lenguas españolas lo serán en las comunidades autónomas que así lo promulguen. Hace ya más de un cuarto de siglo que los estatutos de Cataluña (1979), la Comunidad Valenciana (1982), con la denominación de valenciano, y las Islas Baleares (1983) promulgaron la oficialidad del catalán, junto al castellano. El catalán tiene preeminencia institucional y territorial, quedando garantizada la libertad individual de elección lingüística en las relaciones públicas y privadas.
Al amparo de sus estatutos, los parlamentos de Cataluña, Islas Baleares y la Comunidad Valenciana emprendieron políticas públicas en materia lingüística. Con la Ley de Normalización Lingüística de Cataluña (1983), el catalán reaparece en el paisaje de ciudades y pueblos, la administración catalana, el sistema educativo obligatorio y los medios de comunicación públicos. La Ley de Política lingüística de 1998 incide además allí donde su uso es más débil: industrias culturales, medios de comunicación privados, ámbito judicial, atención al público y señalización comercial. Asimismo, la Comunidad Valenciana dispone desde 1983 de la Ley de uso y enseñanza del valenciano y las Islas Baleares de la Ley de normalización lingüística de 1986. Aragón sigue a la espera del rango de oficialidad en la extensa franja donde se habla catalán y la comarca murciana del Carxe permanece, como Cataluña del Norte en Francia, sin reconocimiento alguno, a diferencia de la legislación italiana que la declara lengua municipal en la ciudad sarda de Alguer.
Al alza en un entorno adverso
El catalán crece en hablantes. Hoy lo entiende el 94% de ciudadanos de Andorra, Cataluña y las Islas Baleares y el 75% de los de la Comunidad Valenciana. Ciertamente un porcentaje muy superior al de las lenguas propias de Occitania, Bretaña, Gales o Irlanda. Nunca antes contó con tantos hablantes ni con niveles tan altos de comprensión y expresión por la perseverancia natural de la transmisión familiar y el incremento migratorio que ha implicado la incorporación de nuevos hablantes.
Los ciudadanos que tienen el castellano como lengua habitual lo son por procedencia geográfica o familiar y no por el proceso de sustitución lingüística que suele darse en lenguas enclavadas en territorios con poca vitalidad económica y con sentimientos de inferioridad lingüística. No es nada extraño oír a progenitores con el castellano como lengua primera conversando en catalán con sus hijos.
Con todo, se sigue incluyendo el catalán en la lista de lenguas minoritarias y resurge periódicamente el debate sobre el peligro de su extinción. ¿Qué razones lo justifican? La práctica inexistencia de monolingües y el escaso uso en sectores sociales y económicos clave como el cine, la justicia o la hostelería, o la llegada incesante y masiva de nuevos ciudadanos con expresiones lingüísticas distintas -un 22% de la población, actualmente-. Añadiendo el hecho de no ser oficial en el conjunto del Estado, donde vive la mayoría de sus hablantes, la vecindad geográfica y cultural de lenguas poderosas económicamente y demográficamente, y la pauta, extendida y anómala, de optar por el castellano ante un castellanohablante capaz de entender el catalán y a menudo capaz de hablarlo.
Una lengua puesta al día
Emplazada en un entorno adverso durante siglos, hay razones que permiten sacarla de esta lista y singularizarla positivamente entre las llamadas lenguas menores. Más allá de su peso demográfico, en catalán se escribe, lee y publica en casi todos los ámbitos y sectores, con más de 7.000 títulos editados al año. El largo milenio de tradición literaria tiene en sus más de 1.600 autores contemporáneos otro índice indiscutible de la riqueza y vitalidad de la lengua en que se expresan. Conforman el espacio comunicativo catalán 500 cabeceras de prensa escrita, seis canales de televisión de carácter general, dos internacionales y cinco temáticos, 100 televisiones locales, más de 300 emisoras de radio, tres agencias de noticias y cerca de 300 ediciones digitales.
El catalán crece también en palabras y formas de lenguaje. Adapta su acervo lingüístico sin solución de continuidad a la realidad social, cultural, científica y tecnológica, y se equipa técnicamente con recursos lingüísticos acomodados a los nuevos escenarios tecnológicos: bancos de datos terminológicos, léxicos computacionales, correctores, convertidores de texto a habla y a la inversa, plataformas de edición, gestores y analizadores de información, etcétera.
El catalán tiene un desarrollo léxico y gramatical similar al de las grandes lenguas latinas, bajo la autoridad del Institut d'Estudis Catalans (IEC). La Academia Valenciana de la Lengua (AVL), creada en 1998, adaptó a la pronunciación del catalán occidental un estándar a partir de las normas del IEC, y en 2005 zanjó las pretensiones políticas de segregar del catalán sus variantes valencianas al declarar que las denominaciones legales y populares, catalán y valenciano, identifican una única lengua.
Entre la enseñanza e internet
Tan decisivo como recuperar ámbitos perdidos o en retroceso es conquistar nuevos espacios. Un excelente ejemplo es el acceso rápido del catalán a internet, libre de restricciones temporales y espaciales. Es una de las 40 lenguas de Google, con más de siete millones de sitios web en 2005. Aunque no se puede saber con certeza cuanto catalán hay en la red, se sitúa en la 26ª posición en número absoluto de páginas y en la 19ª en la relación de sitios web por hablante. En 2005 entró en vigor el dominio genérico PuntCat, que ha alcanzado ya más de 24.000 registros con cuatro millones de páginas. PuntCat identifica por vez primera en internet un espacio geográfico, social y funcional conectado lingüística y culturalmente. Espacio que aumenta día a día (ver gráfico).
El catalán crece en alumnos. Perviven con más facilidad las lenguas que se enseñan más allá del entorno familiar. De entrada, el catalán es materia curricular donde es oficial. En Cataluña, y en cierto modo en las Islas Baleares, es además lengua vehicular en la educación no universitaria. En la Comunidad Valenciana coexisten líneas en catalán y castellano a elección de los padres. En el conjunto del territorio catalanohablante tienen su sede 20 universidades que imparten en catalán disciplinas de todos los campos del saber. Al margen de la educación reglada, casi 85.000 adultos, la mitad de origen extranjero, han sido alumnos de los 3.200 cursos del Consorcio por la Normalización Lingüística de Cataluña durante el año 2006-2007, y casi 10.0000 han formado pareja lingüística en el programa Voluntariado por la Lengua desde 2003. Las Islas Baleares y la Comunidad Valenciana aplican programas de igual formato.
Sin límites de territorio
Las lenguas reconocidas fuera de su ámbito natural atesoran valor y aumentan su prestigio social. El exilio de profesores catalanes durante y después de la Guerra Civil abrió paso a estudios de catalanística en universidades extranjeras. Basilea, Cagliari, Illinois o Friburgo cuentan con muy larga tradición. Más de 13.000 personas cursan estudios de lengua, literatura o cultura catalanas en al menos 160 universidades extranjeras, un centenar de ellas con el apoyo del Instituto Ramon Llull: Berlín, Burdeos, Cambridge, Francfort, Lyon, Ljubljana, Londres, Los Ángeles, Moscú, Múnich, Nápoles, Rennes, Venecia...
Historiadores, filólogos, traductores y profesores fueron agrupándose en sociedades, hoy referentes de la catalanística e instrumentos de promoción de traducciones de obras catalanas: la Anglo-Catalan Society (1954), la Associazione Italiana di Studi Catlani (1978), la North American Catalan Society (1978), la Deutscher Katalanistenverband (1983), la Association Française des Catalanistes (1990), la Asociación Rusa de Estudios Catalanes (2003), hoy federadas junto a la Asociación Internacional de Lengua y Literatura Catalanas. Completan la catalanística otras entidades como el Centre d'Estudis Catalans adscrito a la Universidad París 8 o el Arxiu de Tradicions del Alguer, creados ambos en 1977. Y no hay que dejar de mencionar que se puede estudiar catalán en algunas -pocas- universidades españolas donde no es lengua propia: Granada, Complutense de Madrid, Murcia, Salamanca, Santiago de Compostela, Euskal Herriko Unibersitatea, Zaragoza o la UNED, además de las escuelas oficiales de idiomas de Madrid y Salamanca. La lista se completa con la oferta de más de 160 casas catalanas y baleares en 40 países, algún centro del Instituto Cervantes y otras entidades como el Círculo Catalán o la Delegación del Gobierno de Cataluña en Madrid. Sólo en territorio de habla alemana hay más de 40 puntos de aprendizaje de catalán.
Gotas de Historia
Revistas. Dos publicaciones periódicas: En Patufet (1904-1938) y D'Ací i d'Allà (1918-1936). La primera proporcionó ocio y un civismo conservador a casi todas las capas populares y pequeñoburguesas. La segunda entusiasmó a los más pudientes con la moda, la fotografía, la aviación y el charlestón social. La primera es el excursionismo, la segunda, la playa. Explican más sobre el país que muchos sesudos ensayos.
Nombres imprescindibles. Para saber algo sobre literatura catalana hay nombres clave. Sentaron las bases, marcaron las pautas, discutieron entre ellos. Elogiados y denostados, escorados según los rumbos ideológicos, pero eruditos de consulta. Son Jordi Rubió i Balaguer (1887- 1982), Miquel Batllori (1909-2003), Martí de Riquer (1914), Antoni Comas (1931-1981) y Joaquim Molas (1930). Nunca nos acordamos de darles las gracias.
Carles Riba, el mestre (1893-1959). Poeta, helenista, traductor. Eliot o Valéry, pero sin afeites. Trabajador feroz, modelo de dignidad intelectual. Tradujo la Odisea, introdujo la poesía de Cavafis. Su mejor foto: montando en una barca de vela en Cadaqués. Humanismo en estado puro. (Le echamos de menos).
Josep-Vicenç Foix. Menudo, atildado, poeta, surrealista, Josep-Vicenç Foix (1893-1987) regentó dos pastelerías familiares en el barrio de Sarrià. Sus prosas poéticas y sus larguísimos títulos sólo son comparables a su vida retirada. Metan a los trovadores, Lorca y Dalí en una caja de bombones, con tapa ilustrada por Miró.
Joan Salvat-Papasseit. Lo cantan muy bien Serrat y Ovidi Montllor pero, leído, es incluso mejor que cantado. Joan Salvat-Papasseit (1894-1924). Proletario. Vivió en la Barceloneta, murió tuberculoso, se embelesó con la vanguardia revolucionaria. Algo así como Prévert, Kenneth Patchen y Miguel Hernández. Siempre fresco, próximo, tangible.
La esencia. Vivieron retiradas o en un segundo plano, pero son la esencia de la lírica moderna. La mallorquina Maria Antònia Salvà (1869-1958), modelo de observación e inteligencia, traductora y corresponsal; Clementina Arderiu (1889-1976), sencilla, directa, resistente, casada con Carles Riba, y Rosa Leveroni (1910-1985), poeta amorosa y contenida, traductora de La tierra baldía, mujer de una apasionada vida secreta.
Ester Franquesa i Bonet. Lingüista, ex directora de TERMCAT y del Área de Lengua del Instituto Ramon Llull.
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