domingo, marzo 21, 2010

Un mosaico sonoro: EL DESGLOSE DE LOS SONIDOS DE UN CREPÚSCULO

Carlos de Hita
Imagen gráfica del montaje sonoro de la escucha del Parque de Monfragüe.


Al escuchar hoy la música de Beethoven y al oír los súbitos cambios de tonalidad, de ritmo y de centro de atención musical, es como si oyeras la gramática del cine: cortes, encadenados, fundidos, superposiciones, planos generales, primeros planos, manifestándose en términos musicales. Su música no se atenía al modelo de composición, más ordenado y arquitectónico del siglo anterior; en su lugar apareció un modelo orgánico, salvaje, natural –y a veces sobrenatural-.

Walter Murch, El arte del montaje

Si repasan la pieza de la semana pasada escucharán una secuencia del atardecer en uno de los principales accesos al Parque Nacional de Monfragüe: todo el crepúsculo concentrado en poco más de dos minutos. Naturalmente se trata de un montaje, un resumen de los acontecimientos sonoros más significativos registrados en tres días sucesivos, tres atardeceres de finales de otoño entre las cinco y las siete y media. Y como en algunas músicas, y desde luego como en el cine, el montaje sonoro juega con determinados parámetros -tiempo, ritmo, posición de escucha, distancia-, para recombinándolos, sugerir una sensación verosímil de realidad. Todos los recursos técnicos y narrativos van encaminados a conseguir que la naturaleza, enlatada, encerrada en los estrechos límites de una grabación colgada en un medio digital, sugiera sensaciones parecidas a las de la realidad sonora misma. Humildad y soberbia en el mismo plano.

El tiempo es el factor fundamental. En el campo, al aire libre, envueltos por todo tipo de estímulos, un silencio de varios minutos no es más que un suspiro. En una grabación, y más si está colgada en Internet, cinco o seis segundos de vacío son suficientes para apretar el ratón y cambiar de página. Y no todos los días los paisajes se expresan de igual forma. Es preciso, por tanto, seleccionar, eliminar, sacar a primer plano y, en definitiva, reinterpretar la composición natural.

La imagen que acompaña este texto es la pantalla del ordenador donde se hizo aquel montaje. Cada pista es un sonido –varias atmósferas de fondo y hasta trece voces de animales diferentes- y el conjunto es el desglose visual de los instrumentos de un crepúsculo. Esta semana escuchamos esos elementos por separado, uno a uno antes de la mezcla final.

Toda interpretación está matizada por la acústica de la sala de conciertos. Y en el caso de la portilla del Tiétar la secuencia entera se desarrolla sobre atmósferas vacías, oleajes lejanos, murmullos del viento y golpear de la lluvia contra la techumbre del observatorio y la vegetación.

Murmullos que son un excelente recurso técnico, un telón que sirve para igualar fondos, difuminar las diferencias entre unas grabaciones y otras. Como en el montaje visual, aquí también tenemos planos generales, sonidos que alejan el horizonte –una bandada de grullas en lontananza, el ladrido de un águila imperial amplificado por las rocas-, planos medios - buitres graznando desde diferentes repisas, a diferentes distancias- y sonidos muy cercanos –mirlos, petirrojos y murciélagos- que definen el primer plano.

Y hablando de arriba y abajo, no hay solución –no en sonido estereofónico- para escuchar las tres dimensiones del espacio. Tras una pausa de suspense tres búhos reales entablan su lúgubre conversación. Cada uno de ellos lo hace desde posiciones opuestas en el horizonte: desde las rocas delanteras, en los riscos traseros y en un lateral. Para el oyente, y a la espera de que los sistemas de sonido envolvente se generalicen por la red, todo suena delante, en el mismo plano.

Y donde hay recursos técnicos, también hay truco. Esporádicamente, el segundo día de grabación ladró un zorro. Estaba demasiado lejos y no quedó bien. Me he permitido la licencia de sustituirlo por otro, registrado en condiciones similares y en un sitio muy parecido –la misma acústica, el mismo eco- en la sierra de Andújar. “Magia de hombre blanco” llamaba a esto un conocido ingeniero de sonido.

Me voy a permitir un consejo final. Tanto recurso, tanto truco y tanta “magia” están muy bien. Pero salgan al campo y escuchen con atención. Allí todo suena mucho mejor.

No hay comentarios: