sábado, marzo 06, 2010
ACADEMIA DE CANTO. LAS GUÍAS DE PÁJAROS
Carlos de Hita
Varias guías de pájaros. | Foto: Carlos de Hita
A NUESTRAS MUY SUFRIDAS ESPOSAS
She laments, sir… her husband
goes this morning a-birding.
Shakespeare, Las alegres comadres de Windsor
De la dedicatoria de la Guía de campo de las Aves de Europa, de R. Peterson
Se acerca la primavera, la estación en la que el paisaje sonoro se convierte en una maraña de trinos, silbidos, ritmos y graznidos. En el campo sonará entonces una composición desconcertante para quien se acerque a ella con el oído por delante y la intención de entender algo, de identificar a los intérpretes. Un poco de paciencia, algo de sentido musical y un método nos pueden ayudar a tirar del hilo y desenrollar el ovillo.
Esta pieza abre una serie que aspira a dar algunas de las claves para la identificación de los sonidos de las aves. Parte de dos premisas. La primera es que el lector/oyente conoce, más o menos, los pájaros de nuestros campos, los grupos, las familias y los hábitats por los que se distribuyen. Que es un aficionado que sabe dónde se puede encontrar una buscarla, que los aviones anidan en los aleros de las casas, qué aspecto tiene un colirrojo tizón o cuáles son los colores que adornan a un trepador azul. Y a quien no le suena a chino el nombre del chochín.
La segunda premisa es que vamos a centrarnos en un reducido grupo de especies, las llamadas aves canoras. Y entre ellas, nos quedaremos con los cantos de las más sonoras, las que más notas aportan al concierto natural en bosques, campos y humedales.
Como es natural, el mejor camino para aprender es escuchar. Escuchar en el campo, con unos prismáticos para asociar una voz con una especie. Y escuchar también las guías sonoras disponibles en el mercado. Pero por experiencia sé que no es suficiente memorizar un montón de cantos grabados para reconocer a las aves. La variabilidad es la esencia de la vida silvestre y la realidad no siempre es igual a las grabaciones. Además nuestra mente necesita una estructura, un método de análisis que permita retener las peculiaridades de cada sonido para poder asignarlo a su intérprete.
Todo aficionado a las aves siente debilidad por las guías de identificación. Unos libros maravillosos, gastados, desencuadernados y llenos de las anotaciones de muchos amaneceres en el campo. La más famosa es la Guía de campo de las Aves de España y de Europa, la célebre y apreciada guía de Roger Tory Peterson. Hay muchas más y cada ornitólogo tiene predilección por una. Yo las colecciono, aunque para mí la “guía” siempre ha sido la de Hermann Heinzel. La cosecha continúa, y cada año aparecen nuevas ediciones. Pero todas ellas tienen un aspecto en común, el apartado que trata del espinoso asunto de las voces. Aquí los ornitólogos, por lo general serios y rigurosos, se desinhiben y se lanzan a transcripciones imaginativas, a veces tan divertidas como confusas. Veamos algunos ejemplos tomados de varias de ellas.
“El canto es recio, melodioso y musical, cada nota repetida rápidamente varias veces; notas más características, un grave y sonoro “choqui-choqui-choqui” y un lento “piu-piu-piu” que asciende a un brillante crescendo”.
Como seguramente habrán deducido, se trata del canto del ruiseñor común. Igual de enigmática es la descripción del canto de otras especies. Del escribano montesino, por ejemplo, se dice que lanza “un breve tsió-tsió-tsió-grii-tatatí”, aclarando, eso sí, que “las últimas notas son ascendentes”. El papamoscas cerrojillo lanza dos notas que suben y bajan, un agudo “suvi, suvi, suvi, su” entremezclado con algún trino, una secuencia que, según la música que le pongamos, también podría pasar por la letra de una canción de los sesenta.
En ocasiones las guías recurren a los paralelismos y las analogías. Así, nos enteramos de que el colirrojo tizón intercala sonidos como los que se producen al arrugar un papel. Un arrastre de grava, dice otra. Un celofán, añado yo. O que el triguero habla con un característico, breve y precipitado chirriar, como de sacudir un manojo de llaves. El verdecillo tiene un canto campanilleante. Y la buscarla unicolor parece un grillo. La inventiva no conoce límites. La curruca rabilarga emite un “chuchurreo” corto y musical. Que cada uno entienda lo que quiera.
Entre los autores de las diferentes guías también hay espacio para la libre interpretación. Para uno el mirlo tiene un canto pausado, aflautado, con melodiosas frases de final pobre, cascajoso. Para otro, el canto consiste en unas cuantas notas bien articuladas, serpenteantes o aflautadas, como cantadas a la tirolesa, seguidas por una segunda parte más risotante. Un tercero afirma que el final se convierte en débil y no musical. ¿Cascajoso, risotante y a la tirolesa? Hay que reconocer que tales descripciones animan, y después de leerlas me atrevo a decir que el mirlo presenta una sutil ronquera, un matiz aguardentoso que pone un poco de humildad en la perfección de su voz de barítono.
A veces la cosa se embarulla y las guías se meten en un jardín, en un círculo vicioso. Una de ellas nos informa de que el canto de la curruca mosquitera es sonoro, melodioso, como en la curruca capirotada, pero más bajo y mucho más largamente sostenido. Con curiosidad y consternación, unas líneas más abajo leemos que la curruca capirotada emite un gorjeo notablemente rico, más variado pero menos sostenido que… el de la curruca mosquitera. A es a B lo que B es a A.
Pero no me interpreten mal. Todos nos reímos con las guías de aves, pero no de ellas. Creo además que la transcripción fonética es un buen método para memorizar el repertorio vocal de los pájaros. Es el método a seguir. Desinhíbanse, agucen el ingenio y hagan sus propias transcripciones. Además, quizá ya haya sido un poco irresponsable al ironizar sobre las guías, ya que es posible que lo que sigue en las próximas entregas sea aún más confuso. En esto, como en todo, cada maestrillo tiene su librillo.
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Libros q pasan por mis manos,
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