Han pasado ya 25 años desde que la ópera Carmen, de Bizet, tuvo los honores de inaugurar la temporada del teatro de La Scala de Milán. El 7 de diciembre de 1984 Claudio Abbado dirigió la orquesta y Piero Faggioni se hizo cargo de la puesta en escena, mientras Shirley Verrett y Plácido Domingo encarnaron los personajes de Carmen y Don José. El regreso de Carmen a Milán el día de San Ambrosio tiene esta tarde a Daniel Barenboim como protagonista de excepción, con la intención de que se vuelva a repetir el apoteósico éxito de Tristán e Isolda, de Wagner, de hace dos temporadas. La puesta en escena es de una directora de teatro siciliana, Emma Dante, debutante en la ópera, y el papel vocal protagonista lo encarna una soprano georgiana de 25 años, Anita Rachvelishvili, que aspiraba a asumir un papel secundario y ha visto cómo en la ópera el cuento de La Cenicienta se hace realidad cuando uno menos se espera. El tenor de moda, Jonas Kaufmann, le dará la réplica como Don José.
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"Bizet luchó por la mujer libre, en 'Carmen' es algo evidente"
"Me encanta el montaje de Emma Dante, su capacidad de sugerencia"
Hay un olor penetrante a tabaco en la habitación del teatro de La Scala de Milán donde se encuentra Daniel Barenboim a última hora de la tarde. El maestro ha estado ensayando durante todo el día y ha pedido una pausa de cinco minutos antes de entablar esta conversación. En ese intervalo no ha hecho gimnasia ni yoga. Se ha fumado un puro habano. El humo residual recuerda a la fábrica de tabacos del primer acto de Carmen.
Pregunta. Sevilla, Don Juan, Carmen, ¿qué lazos les unen?
Respuesta. (Suelta una sonora carcajada). La verdad es que Don Juan representa algo así como el libertinaje masculino y Carmen el movimiento por la libertad femenina. Más allá de eso no veo otras relaciones. Don Juan está más apoyado que Carmen por la tradición literaria. Bueno, a los dos les une Sevilla. Qué ciudad. Hay decenas de óperas que tienen que ver con ella. Hasta Fidelio, de Beethoven, imagínese. Es un signo que pone de relieve la importancia histórica de España en el mundo cultural.
P. ¿Ve usted Carmen como una ópera española o, más bien, francesa?
R. Mire, a los españoles no les va a gustar esto que voy a decir pues ellos la ven como muy suya. Yo pienso que Carmen es una ópera mestiza. La Habanera, uno de sus momentos más emblemáticos, procede de Cuba. De ahí la relación con la música africana es evidente. Hay un juego de correspondencias coloniales-mediterráneas. Yo creo que Bizet no fue consciente de ello. No era como Verdi que cuando compuso Aida investigó todo lo que encontró a su alcance sobre la música egipcia. Bizet, como muchos autores de su época, consideraba lo no europeo como exótico, sin valores morales ni intelectuales profundos. No vino a España para ambientarse en su Carmen, como tampoco fue a la India para componer Los pescadores de perlas. Hoy aceptamos las identidades diferentes con más naturalidad. En los años cincuenta o sesenta venía a dirigir a Europa un hindú como Zubin Mehta y se le consideraba un bicho raro. Hoy dirige Bruckner o Wagner y es lo más normal. Al menos en igualdad de oportunidades hemos avanzado.
P. El escritor sevillano Romero Murube decía que Merimée quería que a Carmen, como a los mitos y los héroes, la hiciesen suya en muchos lugares.
R. Y no le faltaba razón. Hoy tendemos a pensar que el ser humano ha progresado y en realidad lo ha hecho. En lo social y no digamos en lo tecnológico. Las formas de expresión han cambiado pero las preocupaciones, las angustias, permanecen y seguirán existiendo. Ninguna ópera tiene un mensaje único. Tiene una imagen para el momento en que es creada y otra que se va proyectando hacia la eternidad de manera cambiante. Bizet luchó por la mujer libre en Carmen, eso es evidente. Pero esto se ve hoy de otra manera. Que Carmen pueda ser de muchos lugares da al mito su dimensión universal.
P. ¿Y la música?
R. Lo fantástico de la música es que es todo y a la vez lo contrario. Quiero decir, permítame una frase tópica, que la música ríe con una lágrima y llora con una sonrisa. La música da un contenido físico a las pasiones del alma. Convierte lo metafísico en sensorial.
P. ¿Qué le interesa más de Carmen?
R. Es una ópera que adoro. Ya la dirigí en Berlín hace cinco años con una puesta en escena muy interesante de Martin Kusej. Lo que más me interesa es el conjunto, la combinación de la sensualidad, la crueldad con los niños, el mundo gitano, la mujer independiente, los problemas sociales, el triángulo banal de amores imposibles, el conflicto entre deber y libertad, la atracción fatal.
P. No cita la arena. ¿Le gustan las corridas de toros?
R. Nada. Son demasiado crueles. Bueno, en realidad, no he visto ninguna. A Rubinstein le encantaban.
P. Debuta con Carmen esta tarde una directora de escena que jamás ha hecho ópera.
R. El genio (y estoy midiendo el calificativo) de la siciliana Emma Dante está en que inventa situaciones que no tienen que ver con la narrativa al pie de la letra pero que, sin embargo, la clarifican. Hay una dimensión física muy importante en sus planteamientos. Sabemos en qué mundo estamos, qué día, qué hora, si hace calor o no. Me gusta mucho esta producción. Por su estética y por la componente teatral. Por la imaginación y por la capacidad de sugerencia. Le voy a poner un ejemplo. Antes de que suene una nota, cuando se levanta el telón, hay varios personajes abanicándose. Han comido, han bebido tal vez demasiado. Con esta imagen la directora nos pone ya en la atmósfera que desea y uno puede sentir en qué mundo está. Esta descripción visual aporta más a la obra que muchas ideas locas que hoy abundan en las direcciones de escena. La psicología es importante pero la definición del entorno lo es aún más si cabe.
P. Va a comenzar una nueva tetralogía wagneriana. ¿No le satura otra más?
R. Llevo desde 2002 sin dirigirla. Vamos a hacer una coproducción entre la Staatsoper de Berlín y el teatro de La Scala de Milán. Wagner es como mi compositor operístico de cabecera. El próximo miércoles hacemos aquí, en La Scala, un concierto de homenaje a Plácido Domingo con el primer acto de La Walkiria como recuerdo a sus 40 años de actuaciones en este teatro. Combinar El anillo del Nibelungo y Carmen no está mal. Al fin y al cabo se estrenaron con un año de diferencia.
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