Investigadores españoles demuestran que los seres vivos se organizan como el tráfico aéreo
Cuando, en 1684, el matemático inglés Isaac Newton enunció la Ley de la Gravitación Universal, se topó con la desconfianza de sus colegas, que no podían creer que las mismas leyes que gobernaban el movimiento de la Tierra sirvieran para explicar el movimiento de todos los cuerpos celestes. Algo similar, salvando las distancias, le ocurre al científico Jordi Bascompte, de la Estación Biológica de Doñana (CSIC), en Sevilla.
Bascompte es uno de los autores de un estudio, publicado en el último número de la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias estadounidense (PNAS), que demuestra, mediante un complicado algoritmo, que las diferentes especies están organizadas en una estructura similar a la de los aeropuertos. Las complejas redes de los seres vivos pueden explicarse mediante fórmulas matemáticas.
Según el equipo de Bascompte, las diferentes especies, animales y vegetales, constituyen redes ecológicas organizadas en bloques. Así, entre las especies de un mismo compartimento existe una fuerte interdependencia, mientras que existe poca relación entre especies de diferentes módulos. Las redes ecológicas funcionan, por tanto, como el tráfico aéreo. Barajas y El Prat, por ejemplo, forman un bloque perfectamente conectado, mientras el aeródromo de Ocaña queda como un nodo más marginal y aislado. Si desapareciera el aeropuerto de Ocaña, los daños en el transporte aéreo nacional serían escasos. Pero si desaparece Barajas, se produciría un efecto dominó que paralizaría toda la red.
Lo mismo ocurre en los seres vivos. Según el algoritmo utilizado por Bascompte, si una especie se extingue en un bloque aislado, el impacto quedará confinado en ese núcleo. Pero si desaparece una especie conectada con muchos bloques, como el conejo, el efecto mariposa arrastrará a algunos de sus predadores. En este ejemplo, el águila imperial y el lince ibérico.
El equipo de Bascompte -que se completa con dos investigadores de la universidad danesa de Aarhus y Pedro Jordano, también de Doñana- ha estudiado 50 comunidades de plantas e insectos polinizadores de cinco continentes. En todas ellas, desde la Sierra de Cazorla hasta Groenlandia, la relación entre las especies presenta una arquitectura similar.
Las vigas maestras de la vida
"Los biólogos tienden a fijarse más en las diferencias y los físicos en las similitudes, pero yo soy un biólogo atípico", admite Bascompte. El algoritmo que ha utilizado -desarrollado por los físicos para estudiar, precisamente, el tráfico aéreo- puede ser útil para encontrar las vigas maestras que sostienen el edificio de la biodiversidad.
El siguiente paso será más complicado, a juicio del investigador: "Es relativamente sencillo demostrar que existe una estructura, lo difícil es saber por qué". Isaac Newton recurrió a su Dios, pero parece que Bascompte no va a tenerlo tan fácil.
Una revolución en la ecología
Los investigadores Jordi Bascompte y Pedro Jordano son pioneros en la aplicación de métodos cuantitativos a datos biológicos. En abril de 2006, publicaron un artículo en la revista Science que demostraba que las relaciones entre diferentes especies de animales y plantas no son en absoluto aleatorias, sino que obedecen a un diseño específico, al que denominaron “arquitectura de la biodiversidad”. Bascompte recibió por este artículo el premio George Mercer de la Sociedad Ecológica Americana, un galardón concedido al mejor artículo de ecología publicado en los últimos dos años por un investigador menor de 40 años. Es el único científico español que ha recibido el George Mercer.
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