sábado, diciembre 08, 2012

Los colores de la recuperación


Las plantas pediátricas de los hospitales se convierten poco a poco en lugares pensados para los niños. La cultura de curar divirtiendo se extiende, y los espacios asépticos son ahora entornos llenos de vida

En algunos hospitales, las mascarillas de oxígeno se transforman en caretas de ratón, los timbres suenan como canciones infantiles y una ecografía se convierte en la excusa perfecta para ver una película en 3D. Es posible crear todo un universo en el que el niño es el protagonista del cuento, y su enfermedad, sólo un reto que superar. La humanización de las plantas pediátricas es una realidad en muchos centros sanitarios, y la cultura del hospital amigo se impone poco a poco en España.
La Carta Europea de Derechos del Niño Hospitalizado, firmada el 13 de mayo de 1986 por el Parlamento Europeo, reconoce a los menores la necesidad de un trato sanitario diferenciado de los adultos. "Los niños tienen derecho a disponer de locales amueblados y equipados, de modo que respondan a sus necesidades en materia de cuidados, de educación y de juegos", reza el apartado 17.
Las mascarillas de oxígeno se transforman en caretas de ratón
La Fundación Curarte, creada por el Grupo McCann en 1996, trabaja para lograr que todos los menores puedan disfrutar realmente de este derecho y se sientan como en casa, o mejor. Pilar García Valdés, directora de esta fundación, asegura que España se encuentra a la cola en la humanización de hospitales respecto al norte de Europa y a Estados Unidos. "Ellos nos llevan mucha ventaja, los centros pediátricos parecen guarderías o colegios, pero cuentan con todas las instalaciones y medidas de seguridad de un hospital", afirma. Esta realidad está cambiando y, en palabras de García, a "pasos agigantados" en lugares como Cataluña. Otras comunidades autónomas empiezan a mostrar interés por la idea del hospital amigo y sus beneficios.
La Fundación Curarte se centra, sobre todo, en convertir los espacios asépticos del hospital en mundos llenos de vida y color. La demanda de este tipo de reformas ha colapsado ya el trabajo de la fundación, que, según su directora, "no da abasto".
El ilustrador Antonio Fernández-Coca, licenciado en Bellas Artes y profesor de universidad, es el encargado de crear muchos de estos universos paralelos. Para él, entusiasmar a los menores ingresados es más que un reto: "Antes de dibujar, siempre investigo la cultura y las leyendas que perviven en la zona en la que se localiza el hospital. Los niños lo tienen que sentir como algo suyo". Fernández-Coca asegura que la colaboración del personal sanitario e incluso de los menores ingresados es vital. "Nadie sabe mejor que ellos cuáles son sus necesidades y sus sueños", apunta. Ahora prepara las ilustraciones de sus próximos proyectos, el hospital de Reus y el madrileño Puerta de Hierro. "Para mí no hay nada más satisfactorio que poder dar algo de felicidad a estos niños", señala, convencido de los efectos positivos que tienen estas medidas en los menores.
El hospital infantil universitario Niño Jesús de Madrid fue pionero en la cultura de humanización en España. Desde su creación en 1877, se concibió como un espacio dedicado y pensado para los niños. La encargada de sus ilustraciones, María Fernanda Delgado, imparte ahora clases de arte que funcionan como terapia para los menores con problemas físicos y trastornos alimentarios del hospital. Lo hace en una mágica guardilla situada en la planta más alta del Niño Jesús. "Me cedieron este espacio y le dimos vida", señala. La guardilla parece haberse construido con este fin, sólo un niño puede pasar por sus puertas sin tener que agachar la cabeza, y Delgado ha terminado de crear el mundo de fantasía con sus pinturas: "Aquí los menores se olvidan de todo y se sienten útiles porque crean arte para el disfrute de los demás". La artista les ayuda a relajarse pintando en caballetes, con figuras de cerámica y con el cuidado de diferentes plantas. El psiquiatra, José Luis Pedreira, explica que estos tratamientos alternativos logran una evolución demostrable en los menores con dificultades físicas, y a los que tienen problemas psíquicos les hace salir de un mundo interno muy complejo. "Estas actividades funcionan como las terapias con animales para los niños autistas", afirma Pedreira.
El hospital infantil universitario Niño Jesús cuenta, además, con un teatro al que acuden numerosos voluntarios para ofrecer espectáculos a los menores ingresados. Diego, enfermo de 11 años, suele acudir a estas y otras actividades que organizan las asociaciones voluntarias. En una salida programada para los niños al zoo conoció a Sergio, y con él, su pasión por la magia. Ahora sólo acude al centro de día y cuando le invitan a los espectáculos. Recuerda su estancia en el hospital con alegría y asegura que allí hizo muy buenos amigos. "Lo malo del hospital es que estás malito", apunta. Su madre, Emilia, afirma que a Diego se le olvidaba lo negativo de estar ingresado gracias a estas actividades lúdicas. El menor dice que cuando se encuentre mejor quiere hacerse voluntario para ayudar a los niños enfermos como lo han hecho con él.
El hospital Sant Joan de Deu de Barcelona se encuentra inmerso ahora en plena transformación con la ayuda de la Fundación Curarte y su ilustrador Antonio Fernández-Coca. El proyecto de la planta octava, de oncología, se ha convertido ya en un universo de experiencias nuevas para los pequeños enfermos. La directora de planificación y calidad del hospital, María Josep Planas, cuenta que los niños ingresados en ella bajan en busca de sus compañeros para poder enseñarles su nueva casa, un hogar fabricado sólo para ellos en el que los raros artilugios médicos se esconden y las batas de los médicos son de colores.
El sueño de conseguir una buena calidad de vida para los niños hospitalizados parece llegar a su meta, pero para la presidenta de la Fundación Curarte se plantea otro reto: conseguir que las instituciones consideren la humanización como una prioridad y que ningún niño enfermo se quede sin su universo de color.

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