miércoles, mayo 07, 2008

A las ratas de alcantarilla parece irles muy bien con los humanos

ENTREVISTA: RICHARD FORTEY Presidente de la Sociedad Geológica de Londres

El paleontólogo británico Richard Fortey ha pasado 30 años en el Museo de Historia Natural de Londres estudiando sobre todo trilobites y escribiendo obras de éxito de divulgación, como La vida. Una biografía no autorizada. A sus 62 años, y como presidente de la Sociedad Geológica de Londres -"la más vieja del mundo, con 200 años", dice-, sigue muy activo a la hora de resaltar el valor de la biodiversidad. En esta entrevista, realizada antes de su intervención en el ciclo ¿Por qué somos como somos? de la Fundación Banco Santander, en Madrid, explica por qué emergió la inteligencia y por qué la expansión humana no sólo provoca la extinción de muchísimas especies sino que beneficia a otras, como las ratas pardas.

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"Hemos roto todas las reglas. Por la tecnología, por supuesto"

"En la historia hay un movimiento hacia una mayor inteligencia"

"No sabemos ni siquiera lo que estamos destruyendo"

Pregunta. ¿Qué vería un extraterrestre que visitara la Tierra dentro de un millón de años?

Respuesta. Dejaremos una ingente cantidad de fósiles por todo el planeta. Si el extraterrestre analizara los sedimentos vería un incremento enorme en el CO2

. Se preguntaría qué narices pasó, porque durante mil millones de años el carbono se ha almacenado en forma de petróleo y carbón y nosotros estamos revirtiendo ese proceso en apenas dos siglos. Muchos alegan que el planeta ha estado caliente antes y que el nivel del mar ha estado más alto. Sin duda. Pero este carbono que liberamos a la atmósfera se ha extraído de materiales almacenados, y eso nunca ha pasado antes.

P. ¿Se verá también la firma de la sexta extinción, la actual, provocada por el hombre?

R. Es extraña como extinción porque no está inducida por agentes externos, como un meteorito, ni por un cambio de clima, sino por nuestra superpoblación. Sólo otra especie ha logrado extenderse como nosotros por todo el planeta: el listrosaurio, que era muy duro. Vivió en el Pérmico tras una extinción masiva, y se movió más o menos por todo el gran continente, Pangea. Sólo los humanos hemos sobrepasado los límites que controlan la distribución de las especies, como la geografía. Hemos roto todas las reglas. Por la tecnología, por supuesto.

P. ¿Por qué hemos sido los únicos en desarrollar la inteligencia?

R. La primera pregunta es: ¿cómo de inteligente debes ser para llamarte inteligente? Tras la desaparición de los dinosaurios, los mamíferos y las aves se embarcaron en una especie de carrera armamentística, tendiendo hacia una inteligencia cada vez mayor. Los humanos, los córvidos y también las ratas son inteligentes. ¿Por qué sólo nosotros nos volvimos superinteligentes? Si desapareciéramos, ¿evolucionaría una de las demás líneas? Nunca lo sabremos. Pero sí se puede decir que en la historia de la vida, en la escala de los mil millones de años, hay un movimiento hacia una mayor inteligencia, hacia sistemas nerviosos más organizados y cerebros más grandes.

P. ¿Hay un límite de biodiversidad para el planeta? ¿Pueden llenarse todos los nichos ecológicos?

R. En cierto sentido, sí. Después de una extinción de masas suele haber una pausa tal vez de un millón de años antes de que la vida empiece a emerger. Se necesita una estructura, como los atolones de coral o la selva, que proporcione un marco con múltiples nichos ecológicos; entonces la evolución se mueve muy rápido, generando ecosistemas muy complejos en que los nichos se llenan enseguida. Además, debe de haber otras propiedades que funcionan a otras escalas, como ésa de la aparición de la inteligencia, que forma parte de una tendencia evolutiva más lenta.

P. Nosotros somos ahora el agente selectivo. ¿Qué especies estamos favoreciendo?

R. Hay algunas especies a las que parece irles muy bien con el ser humano, como las ratas de alcantarilla. Salen ganando con nosotros. Aún no veo a mucha gente animada a comer ratas, pero ha pasado en el pasado y puede pasar de nuevo. Nosotros tendemos a cortar las capas superiores de todos los ecosistemas: los peces grandes, como el atún o las ballenas; los grandes mamíferos africanos, que están declinando muy rápidamente... Así que diría que cuanto más pequeño eres, y si no estás muy especializado, más posibilidades tienes de sobrevivir con el humano.

P. ¿Qué le parece más grave de la extinción actual?

R. Es que no sabemos ni siquiera lo que estamos destruyendo, porque el proceso va más deprisa que el tiempo que necesitamos gente como yo, en los museos, para estudiar la biodiversidad. Es frustrante. Mi último libro es un llamamiento a favor de la sistemática.

P. ¿Qué opina de las propuestas para introducir especies similares a las extintas hace milenios, como leones o guepardos, en algunas zonas de Estados Unidos?

R. Parte de eso es sentimental, es tratar de reconstruir una época dorada de la ecología. Sé por qué lo proponen, pero lo importante para mí es que la gente entienda bien qué significa la biodiversidad y por qué es importante. Muchos creen que basta con un campo verde y bonito, y no es así, eso es como un parque. La gente debería aprender a apreciar la riqueza de los hábitats naturales.

P. No todo fosiliza. ¿Y si los paleontólogos estuvieran contando una historia muy distinta de la realidad por falta de información?

R. Hay organismos que fosilizan muy raramente, y no podemos hacer nada al respecto. Pero la paleontología tiene algo magnífico, y es que si de repente se encuentra algo excepcional, entonces vemos mucho más, se abre un panorama del todo nuevo. Por ejemplo, en China un buen día empezamos a ver dinosaurios con plumas, algo que no podíamos ni soñar. Muchos paleontólogos habían pensado que las aves son dinosaurios, o sea que sí que es lógico, pero al mismo tiempo es una sorpresa maravillosa. Por eso la paleontología vale la pena, porque todos los días hay sorpresas.

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