miércoles, mayo 19, 2010

Otro porno es posible


Maciej-Niko Zamiatowski
No a todo el mundo, no, pero sí a mucha gente: el porno gusta. Gusta verlo y gusta pensarlo. Gusta, a pesar de ese barniz zafio e industrial que le ha caído encima. "Parece que follar es igual a meterla, y no es así", explica María Llopis, autora del libro 'El postporno era eso' (Editorial Melusina).

A raíz de esa insatisfacción por el porno que nos ha tocado, abundan los autores que reflexionan sobre un porno más intelectual, un porno que sirva a la vez como ocio y como reivindicación artística, política y social, donde se propongan distintos modelos de sexualidad que se salgan de los tópicos de la repetición y de los prejuicios sexistas.

Llopis, la penúltima de esas autoras, es licenciada en Bellas Artes. Su 'El postporno era eso' es un ensayo que defiende un porno anticapitalista, feminista y ajeno a la industria. Su tesis se basa en que no todos tenemos las mismas necesidades y por eso hay que evitar las categorizaciones.

Este tipo de reflexiones se asocian mucho a cierto feminismo y a la Teoría Queer, que rechaza la clasificación de individuos en categorías universales como 'heterosexual', 'homosexual', 'hombre' o mujer', sosteniendo que las identidades genéricas son anómalas y que son resultado de una cosntrucción social.

Investiguen

Es por eso que desde el postporno, Llopis defiende un practica mucho más diversificada del sexo, investigando las distintas posibilidades del acto sexual más allá del triste 'mete-saca' que nos viene a la cabeza cuando pensamos en pornografía. "A las mujeres no siempre nos gusta despacito y con la luz tenue, a casi todas nos gusta el hardcore", asegura Llopis. "En el postoporno a veces no hay acto, simplemente es una reflexión sobre la sexualidad", concluye la autora.

La filósofa Beatriz Preciado comparte la opinión de Llopis. Preciado, autora de 'Manifiesto contra-sexual' (Opera Prima) y de 'Testo yonqui' (Espasa) critica la diferenciación entre género masculino y femenino, alegando que esas categorías solo tienen un valor estético. Para Preciado, la pornografía es uno de los tentáculos del 'biopoder' y naturaliza los cuerpos, proponiendo modelos distintos de sexualidad.

Portada del libro de María Llopis. | Melusina
En su estela, muchas han sido las visiones intelectualizadas del porno en los últimos años. Quizá una de las más conocidas sea la de Andres Barba y Javier Montes con 'La ceremonia del porno' (Anagrama), que anuncia "una nueva fase en las relaciones privadas y colectivas con lo pornográfico. Lo complicado ya no es reconocerse a uno mismo como consumidor activo de porno, sino aceptar la forma subjetiva de cada persona de disfrutar con el porno.

El hilo nos conduce inevitablemente a la directora de 'cine porno para mujeres' Erika Lust, quien considera que "el porno industrial es bastante malo". Uno de sus filmes más conocidos es 'Cinco historias para ellas', una defensa a ultranza de que el feminismo y el disfrute del porno son compatibles.

Y si lo que queremos es adentrarnos en primera persona en todas las vertientes y ofertas del porno, aparece el nombre de Gabriela Wiener , autora de un viaje casi kamikaze por el mundo del sexo en su libro 'Sexografías' (Ed. Melusina), desde el backstage del sistema porno-industrial hasta los locales de intercambio de parejas más tiernos.

En fin, existe por tanto vida más allá del porno 'antiguo' y 'facilón', un porno donde no solo se disfruta de la sexualidad sino que además se eliminan clichés y viejos tabúes que nos despojan de cualquier tipo de prejuicios.

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