Prueba irrefutable del calentamiento global.
20 de diciembre.- Es muy fácil criticar a los que, como el primo de Rajoy, no creen en el cambio climático, lo difícil es intentar comprenderlos. Y sin embargo no es tan complicado. Desde que cerró sus puertas la Sociedad de la Tierra Plana se quedaron intelectualmente huérfanos y por algún lado tenían que reventar.
Lamentablemente, el verdadero problema no son los negacionistas (ni siquiera los que les financian), sino los que lo están aprovechando para forrarse. A esos es a los que hay que temer y en Copenhague han desfilado por la alfombra roja. Mientras, a los que de verdad quieren hacer algo la policía los ha tratado peor que cuando vas a reclamar en una tienda de móviles.
El gran atraco del cambio climático llama 'Cap-and-Trade' o comercio de derechos de emisión de gases contaminantes (para entendernos, bonos de mierda) y se puso en marcha tras Kyoto. A simple vista hasta puede parecer una solución. Su funcionamiento es sencillo: se asigna a cada empresa un tope máximo ('cap') de lo que puede contaminar. Si quiere ensuciar más, le compra a otra empresa que contamine menos el derecho de ensuciar por ella ('trade'). Cada año, el tope de emisiones permitidas se va reduciendo para animar a las compañías a invertir en energías renovables.
En teoría, maravilloso. En la práctica, una tomadura de pelo cuyo único objetivo es garantizar que en los próximos años contaminar salga casi gratis, y en algunos casos hasta rentable. La idea de crear un verdadero 'derecho a contaminar' y luego asignarle un precio nació del profesor Ronald Case. Una propuesta tan descabellada que tuvieron que darle el premio Nobel de Economía en 1991.
En Copenhague a falta de plan buenas son tortas. | Efe
Luego, fue desarrollada por gente como Thomas Crocker, J.H. Dales o David Montgomery que, sin embargo, acabaron reconociendo su error y afirmando que un sistema basado en los impuestos (palo para el que contamina, zanahoria para el que no) era mucho mejor. Y su cambio de opinión no apareció en el Zutabe precisamente sino en el 'Wall Street Journal'. Con decir que hasta el 'Financial Times' (otra de las biblias del capitalismo) defiende esta postura o que un informe del Tesoro británico lo bautizó en 2006 como "el mayor fracaso de un mercado que nunca se haya visto" ya está dicho todo. Bueno, casi todo.
En la práctica, el sistema es perverso hasta el extremo (y aquí sólo hablamos de una mínima parte del problema). Los países conceden derechos a contaminar (más a las empresas más contaminantes) y generalmente por encima de las necesidades reales. Así, sólo las compañías más sucias del planeta tienen que comprar esos derechos. La superabundacia de permisos es la clave, pues permite que los precios caigan a plomo de manera que (y son datos reales) si el precio inicial de lanzar una tonelada de CO2 al aire sale a 30 dólares, en pocos meses pueden llegar a costar uno o dos.
Luego, esos derechos se almacenan y se usan cuando se quiera (o se venden cuando su precio empiece a subir). Este año, debido a la caída de producción provocada por la crisis, prácticamente todas las empresas que han participado en este casino han contaminado menos de lo que pensaban. Así se pueden guardar sus bonos como un 'derecho' para poder envenenarnos en el futuro.
La llamada solución al cambio climático no es más que un alarde de economía paranormal que, azuzando el fantasma del fin del mundo, está impulsado por algunos cuyo único objetivo es forrarse.
Obama, el empleado del mes de Goldman Sachs desde su elección. | AFP
Por supuesto, la lista la encabeza el gurú del cambio climático y el mayor ecolojeta que ha pisado el planeta Tierra: Al Gore. Es uno de los fundadores de Generation Investment Management (GIM), la firma americana mejor posicionada en el mercado de venta de estos simpáticos productos financieros. Y junto a él, los sospechosos habituales: Goldman Sachs (los productores de "la crisis de las hipotecas basura", uno de los principales donantes de la campaña de Obama, y una plaga en su Administración).
Luego, a través de la Chicago Climate Exchange y la European Climate Exchange (las bolsas donde se venden estos bonos, ambas en parte propiedad de 'Governemt' Sachs) encontramos a Ford, BP, Morgan Stanley, Shell, DuPont, Internacional Paper, American Electric Power... ¿De verdad alguien se cree que a estos les preocupa el cambio climático?
La explicación de todo este tinglado obligaría a contratar a diez 'blogueros' a tiempo completo y yo soy uno y más bien vago, así que sólo es la punta del iceberg (aquí hay un informe estupendo). Lo que está claro es que el cambio climático existe, que el fin del mundo se acerca y que algunos se van a hacer de oro. Conspiranoia pura, pero no por ello menos cierto.
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