viernes, agosto 31, 2012

La inocencia de Chaplin sí que es rock

22 de diciembre de 2009.- No es ningún secreto que el objetivo número 1 de este blog, a cuya consecución nos acercamos inexorablemente, es tocarle los cojones al personal. Por eso, para continuar con esta higiénica tarea -un trabajo duro que alguien tiene que hacer-, vamos a dedicar el último post del año a algo que nada tenga que ver con la música. El genial vals del boxeo en 'Luces de la ciudad'. Podría ser la fontanería, podría ser la cría de la nutria, podría ser lo trasnochado que está Joaquín Sabina (en todos los sentidos, sí). Pero hoy, en plan redacción del cole, voy a hablar de una peli que vi el otro día y me dejó absolutamente muñeco, hasta el punto de que no me la quito de la cabeza. (Lo que tengo que evitar por todos los medios es ponerme cursi. Nada de cursilerías, Quico, que siempre acabas pareciendo idiota) La película es 'Luces de la ciudad', de Charles Chaplin: el mayor retrato de la inocencia que servidor haya visto. La inocencia es rock. E inocencia es justamente lo que le pido al año que viene. No hay nada más difícil que ser un poco niño cuando ya no toca. Dónde estás, inocencia. Regresa. Chaplin hace en la peli de bebé grande. Es todo corazón, todo instinto. Persigue sus anhelos como un perrín a su amo. No quiere lo que no tiene, a excepción del amor, obviamente platónico, de la violetera ciega. Chaplin y la Dolores ciega, en su encuentro. Por encima de él, pisoteándole, pasarán la codicia, la masa, el egoísmo, el olvido. Pero él, erre que erre a lomos de la ilusión (de ilusiones...). No he visto, en ningún arte, más exacto y limpio retrato de la pureza, ni mayor elogio de lo simple, ni más equilibrio entre lágrima y carcajada, prosa y verso. Por no hablar del final, el colmo de la sutileza. Por cierto que Chaplin, que se tiró tres años para rodarla, compuso toda la música a excepción de 'La violetera' de José Padilla, la canción que aún hoy al parecer te puede valer una hostia si vas a Calatayud y preguntas por "la Dolores". 'Luces de la ciudad', en fin, un milagro por momentos emocionante, por momentos descojonante (esa brutal escena del boxeo). Como descojonante es leer ahora que James Cameron reinventa el cine con 'Avatar'. El cine, digo yo, estará por inventarse mientras una película de 1931 parezca tan inviolablemente actual. Feliz 2010 al que se lo merezca. Y a los demás, venga, también. Barra libre.

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