"Escalo unas 12 horas al día y cuando el tiempo es muy malo y no puedo avanzar escucho música y leo"
Sílvia Vidal. Escaladora. Considerada la mejor del mundo en su especialidad, escalada artificial en grandes paredes, esta barcelonesa de 40 años demuestra que la exploración todavía es posible. Con discreción va abriendo nuevas vías en paredes vírgenes de valles aislados; la última, en Kinnaur, en el Himalaya de India
Naufragi. El nombre lo dice casi todo aunque también puede llevar a engaño. Sílvia Vidal se encaró cada día, hasta 25, a la lluvia torrencial que asoló el verano pasado el valle de Kinnaur, en el norte de India, encaramada a una pared de más de 5.000 metros de altura. Las dudas afloraban con persistencia. Como el agua. Pero no naufragó. Al oscurecer, acurrucada en su hamaca colgada en la pared, pensaba: "Basta, lo dejo. Pero a la mañana siguiente me encontraba bien, sentía que no quería irme y seguía escalando". Así hasta que llegó sola a la cima, y bautizó como Naufragi la nueva vía que acababa de abrir con permiso de la niebla y del monzón himaláyico que ese agosto se cobró más de mil vidas en India y Pakistán.
Sola, sin teléfono, radio, ni cámaras; por libre, sin sherpas, en lugares remotos. Así le gusta escalar a Sílvia Vidal, barcelonesa de 40 años. Le atraen las ascensiones en solitario "porque son más intensas y exigen un mayor grado de compromiso conmigo misma y con la escalada. Para mí, lo importante no es tanto qué se hace sino cómo se hace. Y eso es lo que menos se suele valorar". El cómo de Sílvia comporta ser prácticamente autosuficiente en sus incursiones al Himalaya, la Patagonia, los Andes, Yosemite, Canadá... Sólo contrata porteadores para que la ayuden a transportar hasta el campo base los 200 kilos de material, comida y agua que utilizará durante su evolución en la pared. A partir de ahí es ella, con apenas 46 kilos de peso, la que carga los petates hasta la base de la montaña, desde donde iniciará la ascensión. "¿Cuánto cargo? Veinte kilos, veinticinco. a veces treinta para ahorrarme algún viaje. En la isla de Baffin, donde no hay porteadores, anduvimos 550 kilómetros para trasladar todos los petates".
"Prefiero los lugares aislados, en la montaña me gusta estar tranquila". El valle de Kinnaur es remoto como el que más; a priori prometía. Sílvia había elegido este enclave al ver una foto por internet; de hecho, la imagen en cuestión era la única información que tenía de la pared virgen que se había propuesto escalar en la cordillera del Kailash Parbat. Y al llegar allí, con tormenta y con cero visibilidad debido a la niebla, tardó un par de días en localizar la vía por la que empezaría a trepar.
Sílvia es considerada la mejor en su especialidad, escalada artificial en grandes paredes, aunque fuera de los círculos alpinistas es una completa desconocida. Evita los focos y su extrema discreción la ha llevado a perder recientemente a uno de sus patrocinadores por su negativa a abrir un blog y a enrolarse en el universo de Facebook. También en el monte sin las redes sociales no eres nadie. Sílvia se limita a publicar artículos sobre las nuevas vías que ha abierto en revistas especializas de todo el mundo. A pesar de este contratiempo, ha logrado vivir de la escalada gracias a otros sponsors que le suministran el material y a las conferencias y proyecciones de fotografías de sus expediciones
Su vida es austera. Con su casa-furgoneta se escapa cada semana a Montserrat, Mont-rebei, el Pedraforca... y una vez al año organiza un viaje de mayor envergadura, el último, el citado de India. "Vuelvo agotada, debilitada, consumida, tardo seis meses en recuperarme del esfuerzo".
Sílvia escala usando el estilo cápsula consistente en permanecer en la pared, sin tocar el suelo, hasta que llega a la cima, lo que puede traducirse en unos pocos días o en más de un mes. Su casa es su hamaca, a la que debe atarse cuando duerme para evitar precipitarse al vacío. Un refugio en el que come, lee, descansa, aunque a veces lo es todo menos confortable. Las intensísimas lluvias del pasado verano en el valle de Kinnaur convirtieron la hamaca en un barco lleno de agua que Sílvia tenía que ir sacando como podía. Así 25 días.
En la pared también va montando sus campos, consistentes en la hamaca y dos petates cargados con la comida y el agua necesaria. A medida que va ascendiendo también va elevando a cotas superiores este suerte de vivienda de altura con la ayuda de unas poleas. "Busco un lugar seguro y a partir de allí escalo y luego bajo a dormir a la hamaca, al cabo de unos días la subo más arriba. Mi intención es no bajar al suelo hasta que acabo".
"Es un tipo de escalada muy técnica y lenta, vas progresando en función de las herramientas que vas colocando en la pared; tienes que elegir la pieza adecuada para que pueda soportar tu peso; si no, puedes caer, por eso es muy mental; la fuerza física no es lo más relevante".
Sola y sin conexión con el mundo exterior. ¿No siente miedo?
Sí, he pasado miedo, pero no pánico. Ir sola es mucho más intenso y extremo. Pero no siempre viajo sola, en función del momento decido si voy con alguien más. Escalo sin teléfono o radio como opción personal, como parte de un compromiso que quiero asumir.
¿Cómo es la vida en la pared?
Escalo unas doce horas al día y cuando el tiempo es muy malo y no puedo avanzar escucho música en mi mp3 y leo. Por la noche, cuando estoy dentro de la hamaca, anoto los detalles de la escalada: repaso el material que he utilizado para poder hacer la reseña de la vía.
¿Qué distancia recorre en un día?
Puede ser que no avances nada si hace muy mal tiempo o que subas 100 metros, pero es una escalada muy lenta. En India fueron 1.050 metros en 25 días en un pico de 5.250 metros de altura; en otra montaña de Pakistán, 32 días, aunque en esa ocasión éramos tres personas. Pero es más duro doce días sola en la pared que un mes con compañeros.
¿Cuál es su dieta en la pared?
Es muy pobre. Desayuno muesli, durante el día tomo un par de barritas energéticas y para cenar sopa instantánea y comida liofilizada, que puede ser pasta. También frutos secos, galletas y complementos proteicos y vitamínicos. Cada día utilizo dos litros y medio de agua para beber y cocinar.
Descubrió la escalada con sus compañeros del INEF, pero no decidió dedicarse a esta disciplina hasta cumplidos los 25 años. Al acabar INEF impartió clases de educación física durante un curso, aunque vio que no era lo suyo y lo dejó todo por la montaña.
Life is Lilac, Sol Solet, Sopa de Farigola, Hakuna Matata, Ganyips, Sargantana... son algunas de las 15 vías que ha firmado, a razón de una por año. En Naufragi, la última, pasó frío, tuvo que racionar la comida y afrontar cada día la incertidumbre de cómo acabaría la aventura. Salió a flote y volvió para contarlo.
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